miércoles, 22 de diciembre de 2010

Insert Coin

Aceite, sal, y burbujas nacidas del calor del fogón. Café que una máquina desconocida, casi mágica, como todo cachivache tecnológico que facilita y ablanda la existencia, convierte en un estimulante líquido ideal para mezclar con leche y azucar. Desayuno, almuerzo, comida y cena. Después autobuses, semáforos, emisoras con música de los ochenta. Y la eterna repetición, siempre repleta de novedades, del discurso ofrecido por grandes sabios, o también denominados, funcionarios de máximo rango. Agobios, estrés, trabajo y estudio incesante, siempre acompañado de los inteligentes truquillos del hábil perezoso. ¿Sientes el progreso, el avance y la superación? Si no está en ti, dentro de ti, no está en ninguna parte.

Continúa intentándolo.

Aceite, sal...

jueves, 18 de noviembre de 2010

Reflexiones en torno a Meursault y el absurdo de la vida

A veces, como estudiante universitario, uno queda sorprendido, anonadado y totalmente admirado. Determinado profesor supo hace un par de dias realizar una verdadera clase magistral, en su sentido más encomiable, y dejar maravillados a todos aquellos que acostumbran a visitar aulas avivadas por los ecos nacidos de las gargantas de maestros de toda condición y estatura. Si alguna vez uno toma la vía de la docencia, en cuanto a lo laboral se refiere, o sin necesidad de ello, siempre debiera haber asistido a una de estas clases en las que no necesariamente se trata un tema esencial o especialmente interesante, pero en las que el profesor, guía y piloto de la clase, aquel que se dedica a escoger el tema de la lección, distribuírla en diversos apartados y trasmitirla con mayor o menor acierto y claridad al alumnado, demuestra una habilidad espectacular para improvisar una clase perfectamente coherente y estructurada en la que es difícil perder el hilo de lo que se está diciendo y en la que se explicitan conceptos básicos de un modo pedagógico sin que ello implique simplicidad o insustancialidad.

Pues bien, esto que encarecidamente recomiendo es lo que yo y unos cuantos más pudimos disfrutar por mera casualidad. Muchas veces los profesores, tratándose de sabios profesionales universitarios, y siendo aún más esforzados y rigurosos aquellos que se dedican a la sesuda labor de la filosofía (y por qué no mencionarlo también, del mantenimiento del prestigio académico), es lógico y normal encontrar con auténticos maestros que saben plantear problemas interesantísimos y transmitirlos con solvencia a sus discípulos, siendo también capaces de responder con sabiduría y contenido a las preguntas que estos pueden ir planteando de forma azarosa y arbitraria. Lo que no suelen hacer, ya sea por incapacidad, o por propia voluntad, es converitr las preguntas improvisadas de un alumno en una lección de más de una hora de duración perfectamente hilvanada y cohesionada cuyo interés, tanto formativo como ocioso, es inherente a la misma.

El principal tema, por resumir y simplificar un poco, que tal mañoso profesor, fue la ciencia, y su definición defendida por Max Weber como desencantadora del mundo. La ciencia moderna, siguiendo los principios del sociólogo alemán, debe cortar toda relación con los principios o axiomas que rigen el comportamiento humano o que estipulan las diferentes creencias, ideas y culturas que forman las distintas comunidades. Esto significa que la ciencia nunca jamás debe escapar de su metodología y campo de estudio, lo empírico, lo objetivo, lo absolutamente susceptible de análisis y predicción, sin atender, para obtener resultados, respuestas y soluciones a sus investigaciones, a todo aquello que provenga de lo que ella misma no ha establecido y comprobado bajo estrictos criterios epistemológicos. La ciencia debe estudiar los fenómenos dejando de lado toda interpretación subjetiva de los mismos, todo juicio de valor que los sitúe más allá de su concepción como simples hechos, aunque sean interesés, subjetividades, interpretaciones o valores los que manejen los medios y los fines de esta ciencia que se pretende aséptica.

Esta pulcritud científica, esta total indiferencia ante lo bello, lo feo, lo justo, lo injusto, lo bueno, lo malo, lo pasional, lo emotivo, lo sugestivo, lo atractivo, lo sensual y demás conceptos con los que la ciencia tiene vedado jugar a no ser para intentar darles explicación, me recordó, si no más bien la asociación de ideas se dio en el sentido contrario, al desgraciado personaje protagonista de la breve novela de Camus, El extranjero. En esta estimulante historia se nos introduce en el frio mundo de Meursault, un tipo enteramente normal y cotidiano cuyas emociones y demás facultades de orden empático, así como sus creencias morales, parecen no coincidir con las del resto de personas con las que convive ni con aquellas más fundamentales de nuestros cánones habituales.

Meursault no parece sentir necesidad de entablar grandes lazos emocionales con aquellos sujetos con los que convive, únicamente aprovecha, no sin valorarlos, sus momentos de compañía atendiendo principalmente a sus necesidades fisiológicas más básicas y un muy presente comportamiento cortés y respetuoso, la más de las veces, indiferente. Meursault no necesita acordarse de la edad de su madre recién fallecida, ni llorar su pérdida, tampoco declarar amor a su bella compañera, pese a que probablemente sea el más puro amor el que sienta por ella, adornado exclusivamente por su simplicidad y naturalidad. Por supuesto, poco le importa al protagonista de la novela juzgar la calaña moral de sus compañeros de vivencias, ni el resultado de sus acciones, pareciendo difícil para él ponerse en el pellejo de otros, con la excepción del caso de su patrón, del que teme, exageradamente, que le reproche sus días de excedencia por la muerte de su madre, pudiendo Camus querer entablar aquí una línea de reflexión de cariz izquierdista, destacando como una ausencia total de valores encaja perfectamente en un mundo de capataces y operarios subordinados.

En definitiva, lo que Meursault hace, dejándose llevar por unos derroteros o por otros sin importarle las intenciones ni las consecuencias de sus motivadores, obviando toda valoración que vaya más allá de lo exigido por sus inocentes instintos o impulsos, no es sino desencantar el mundo, vaciarlo de sentido, tal y como hace la ciencia moderna, cosificando y desvivificando lo que bajo otros criterios de interpretación es rico en matices, posibilidades y valores. La cuestión está en que la ciencia es eso, ciencia, y Meursault, un ser humano, y si la ciencia, como instrumento humano, puede permitirse el lujo de obviar los múltiples sentidos de la vida, Meursault sufre las consecuencias de ello.

Curioso es que tales consecuencias no sean la infelicidad, el deseo de la muerte o la desesperanza, en absoluto, Mersault es un hombre simple, no alegre, pero tampoco triste en sus circustancias, muerto en cierto sentido, pero anhelante de ingestar la próxima cena. La última consecuencia que de su personalidad deviene es, sin embargo, el desprecio, el odio de aquellos que no pueden comprenderle y que no pueden permitir que su carencia de valores acompañe la acción de los miembros de su comunidad, ya sea por miedo, sincera repugnancia, o inconsciente envidia.

La vida amoral e indiferente de Mersault resulta recomendable, como motivo literario, para autores como Camus, quien supo aprovecharla para fabricar una narración que en su latente angustia se muestra repleta de esa llana belleza que los existencialistas, como hábiles fotógrafos, supieron capturar de las situaciones más banales, otorgando valor (en un contexto de desvalorización que Meursault metaforiza) a lo que hasta ahora había quedado excluído de la ortodoxia y el dogma, desde la más sabia subjetividad. Sin embargo, fuera de su utilización poética o filosófica (materias poco alejadas), el comportamiento nihilista de este singular personaje novelesco, no lo recomiendo a nadie, si acaso es posible llevarlo a la práctica.

Como Camus plantea en sus escritos y reflexiones sobre el mito de Sísifo, personaje mitológico que es castigado por los dioses a empujar un pesado peñasco hasta la cima de una colina para lanzarlo al vacío y volverlo a arrastrar eternamente, el absurdo de la existencia, su ausencia de sentido, su tragedia, aquella que los antiguos griegos y el arqueólogo Nietzsche supieron subrayar, es también asumible, soportable, y...agradable. Dice Camus:

"Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre con su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo, desde ahora sin amo, no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada destello mineral de esta montaña llena de oscuridad, forman por sí solo un mundo. El peso mismo de la roca hacia la cumbre basta para llenar el corazón de un hombre.

Hay que imaginarse a Sísifo feliz."

También Meursault era feliz, no entendiendo lo bueno o lo malo, ni el amor o el odio, consciente, como declara al párroco, de la vacuidad de su mundo, del ateo absurdo de la existencia, pero despreocupado, nadando en la playa argelina, junto a la atractiva Marie, cuyos besos de vez en cuando añora, y deseando, en sus últimos momentos, el reconocimiento, aunque sea este mediado por el desprecio y el asco, que le retenga de la absoluta soledad, y aleje la conciencia de la terrible nada que es la muerte.

Nosotros, hasta de la nada, y la perspectiva de muerte, como del sinsentido, podemos hacer un mundo, una narración, una vida, una felicidad. Y arrastrar eternamente la pesada piedra, en ocasiones con dolor y pesadumbre , en otras, con fulgurante alegría.

jueves, 11 de noviembre de 2010

"Eres lo mejor que soy"

miércoles, 27 de octubre de 2010

Tengo algo de frío

Al calor de la estufa pensaron algunos filósofos y caldearon sus ideas.

Escuché una noche decir, por alguien cuyos comportamientos incívicos, o posmodernos, no recomiendo, que quizá el frío estimulaba al tejido cerebral, poniendo en funcionamiento las neuronas, o dicho de otro modo, que a falta de sol y calidez sabe mejor un estudio cerrado repleto de libros que un amplio escenario exterior inundado por la vacuidad que la tempestad y el gélido invierno invocan. La paradoja estriba en que la verdadera causa esencial de la motivación reflexiva no es el calor o el frío directos que la naturaleza ofrece con su parsimoniosa indiferencia, sino las consecuencias materiales que del clima se derivan. En determinada zona geográfica(geoclimática) abundarán los paseos, las rondas y las siesta bajo los olivos. En otros lugares, paseos, rondas o siestas son motivo de congelación o pulmonía. Bendita siesta veraniega, jamás conocida por los caballeros nórdicos, mas, aún más bendita y encomiable sea la estufa de leña, o carbón vegetal, que alimentó las llamas del pensamiento cuyos ecos aún redundan en el globo entero.

martes, 26 de octubre de 2010

Si sólo queda lo que sólo queda, sólo queda quedarse solo, solo contigo, contigo solo. Si la piel muda, o escapa, con derecho pero sin ley que obligue a su vuelta, llora, ríe o emborrachate, pero no dejes de lado, alfarero, tus cacharros, que son los que te dan alimento. Que engañosos ya son los paisajes que adornan tu caminar, como las vestiduras que esconden tu frío, no busques con entusiasmo los demás desengaños, para quedar dignamente ciego o petrificado. Dejémonos llevar como hoja al viento, y caminemos, que podemos, aunque teatro sea el camino, y mero ensueño, el destino.


Antonio Machado- Proverbios y Cantares (fragmentos):

Fe empirista. Ni somos ni seremos.
Todo nuestro vivir es emprestado.
Nada trajimos; nada llevaremos.


¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.


¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.

martes, 28 de septiembre de 2010

Recuerdos de una anciana en el parque

Balanceando su cuerpo con una suavidad ya casi por completo huida, caminó la larga avenida de asfalto hacía la terraza en la que retomaría la rutinaria lectura acompañada de un siempre amable trago de té. Los años habían dejado en su cuerpo la huella del tiempo, ante todo en su rostro, otrora, motivo de enloquecimiento e irracionalidad por parte de muchos hombres que quedaron prendados de su mirada. Si antaño sus ojos refulgían como si reflejasen, fuese de noche o de día, la luz del sol, ahora se habían tornado grises y apagados, como una vela consumida. Si su piel fue tersa y suave, seda en manos de tan pocas afortunadas manos que conquistaron semejante territorio, ahora el rostro se completaba por un cúmulo de arrugas e imperfectos accidentes epidérmicos. Sus piernas, también erosionadas por el fluir de los años, podían al menos sostener el resto de su cuerpo con sólida firmeza.

Soplaba el viento a rachas, unas con suavidad, como acariciando a los chopos que gobernaban simétricamente el camino, otras con furia, arrastrando las hojas que, con el inicio del otoño, ya se dejaban matar, vanguardia de un fatídico batallón. Los escasos paseantes andaban embaucados en sus quehaceres cotidianos, poco atentos los unos a los otros, casi ajenos a sus mutuas y necesarias relaciones, y ella construía un definido entramado en su imaginación en el que cada pequeña actividad de cada gran desconocido quedaba necesariamente unida al resto. Si el cartero llevaba sus cartas y la deudora recibía sus avisos de embargo, esta ya anciana mujer de buenos sentimientos sabía muy bien encontrar la causalidad en sus rostros. Cuán diferente era observar al cartero entregando sus cartas siendo la deudora como observar a la deudora siendo el cartero, pero también era admirable virtud la de esta señora, que, con el fútil ejercicio de observar, comprendía la mirada tanto de uno como de la otra, como si ella misma trasmutase en ellos por un corto lapso de tiempo.

Sentó pronto en su destino, una sencilla mesa metalizada en una terraza cercana a un tampoco excesivamente aconsejable jardín. Niños se oían en la lejanía, jugando a quererse y odiarse, todavía no capaces de hacerlo en realidad. Más hojas caían, y menos viento soplaba, quizá entiéndase esto, como una colectiva rendición. Allí le acompañaban escasos clientes, habituales en aquellos parajes, ya fuera por su cercanía al parque o al centro de ancianos. También una risueña camarera que tonteaba con un guarda que probablemente doblaba su edad. Comenzó en tan sereno contexto, la mujer, anciana pero algo joven, a leer su novela, y a entregarse a las vicisitudes de unos extraños que bien podrían enamorarla como hacerle perder el tiempo. Poco importaría esto último, cuando su vida ya era sólo un puñado de tiempo dispuesto a ser repartido en aquello que se le antojase.

No necesitaba leer para conocer que hubo otros tiempos, días coetáneos a sus aventuras de independencia y amor, en los que existía una ilusión compartida, un sueño común. Unas convicciones que alegraban a los tristes y alimentaban a los hambrientos. Deseos y anhelos de vida y felicidad, utopías que cumplir, con las que engañar a la incertidumbre. Quizá algunos se empaparon de semejantes ideas por su única y exclusiva fuerza de deseo y voluntad, o incluso por su capacidad intelectual, pero cuántos otros más, como ella, quedaron contagiados por el entusiasmo que amigos y vecinos irradiaron por las ciudades y los pueblos. Todo ello, en tiempos de sombra y exclusión, de dominio, de dictadura.

Que decepción tener que conocer la otra vertiente, el mar en el que desemboca el río. Si era duro mantener la libertad enjaulada por decreto, más duro fue ser consciente de que los sueños, como dijo el sabio Calderón, sueños son. ¿Y cuanta gente mató y se dejó matar por tales sueños?¿En balde sus muertes? Un nuevo mundo llegó, sólo por la mera paciencia, conseguido, exclusivamente, por la fuerza de las costumbres de otras tierras en las que la libertad era bien mirada. Pero que desengaño conocer la decrepitud, que en todo bloque, todo mundo, todo color, sustentaba la irrealidad que se publicitaba, que triste comprender que los sueños, en la vida real, se alimentan, como todo ser, de otros seres, y no pueden construirse de la nada.

Al menos, esa camarera y sus miradas al guarda, al menos esta novela que entre sus manos contemplaba, esas hojas que caen, y esos niños que juegan. Al menos el recuerdo de lo bello que fueron esos tiempos que aún perduran en su mirada, apagada.

Pagó y se marchó, olvidando al rato las aventuras narradas en su novela. Otras personas ocuparon su mesa en la terraza.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Novedades

Nuevos días con nuevas historias que parecen surgir, como hojas cáducas de árbol, en el poderoso remolino primaveral. Horas que tran recuerdos de las ya pasadas, y que huelen a tiempo vivido, pero siempre acompañadas de nuevas experiencias, nuevos sentires unidos al mirar expectante y curiosos de un sujeto que percibe el mundo con intención de atraparlo y clasificarlo con la ambigüedad y cuota caótica que merece.

Nuevos recomenzares, nuevos andares, acompañado por las buenas amistades y por el profundo y enraizado interés por aprender de cada minuto lo suficiente para escribir a dos o tres personas cercanas lo que horas tardasen en leer.

Amor y buen rollo.

(Y a currar)

lunes, 6 de septiembre de 2010

Canto a la contradicción humana, justificación de la desconfianza y defensa poco reflexionada del pragmatismo

La maldad humana, el pecado, o para no perdernos en terminología religiosa o de connotación excesivamente (dogmáticamente) moralista, la indiferencia o el placer humano hacía el dolor, sufrimiento o frustración ajenas, es omnipresente. Pocos pueden ya, dulcificados por una benigna inocencia, intuir una paz venidera para con el prójimo y defender así, como un probable y posible producto de la evolución humana, un estado de convivencia sosegado y ajeno al temor provocado por la capacidad humana de prevenirse ante el ataque de seres semejantes a él en su naturaleza. Por supuesto, los ancianos, los viejos de corazón, y ya los niños en el patio del colegio saben muy bien que la crueldad prima en cada mirada o palabra proyectada por sus congéneres. La maldad humana, y olvidemos ya el temor a incurrir en dogmas cuando toda opinión viene a serlo, está ya inscrita en nuestra rutina y en nuestro estilo de vida. La desconfianza es siempre un buen consejo, la hospitalidad con extraños, un riesgo. Las buenas palabras, las promesas y arrepentimientos, por muy bien acompañados que estén de ruegos y demás gesticulaciones hiperbólicas que pretendan dotar de mayor autoridad al testimonio dado, quedan únicamente en mera probabilidad para la esperanza, y no en ciencia exacta irreversible.

El daño provocado por el hombre hacía sí mismo, dado de generación en generación y remontado hasta el inicio de los tiempos deja ya en los espíritus la idea de que es innecesario nombrar la bondad como sustento de sus ideologías, proclamas u objetivos. El mal hacía uno ejercido es buen motivo para revertirlo contra los demás, importando en pocas ocasiones la relación causal. Y al final el mal es mero primogéntio del mal, que es sinónimo de hombre. ¿Como no entrecerrar los ojos ante quienes quieren ganarse nuestra confianza después de tanta batalla acaecida? ¿Como no odiar y ser odiado si la historia que hoy estudian los jóvenes no es otra historia más que de la codicia y ambición que aún hoy sustenta nuestra vida? ¿Como no desestimar los discursos de aquellos que tanto se parecen a nosotros cuando conocemos tan profundamente nuestra naturaleza, nuestro más verdadero ser?



Difícil la sintonía entre las pretensiones que la imaginación pretende convertir en realidad y la realidad del comportamiento humano motivado por pulsiones animales y pasiones heterodoxas. Quizá, como de costumbre, sea otra gran pasión humana, no el deber cumplimentado, ni la virtud bien entrenada, la que produzca otro gran paso de la humanidad, convirtiendo los deseos ingenuos de unos cuantos soñadores en la apacible existencia que unos muchos pocos experimentamos, construida esta, no sobre el utópico altruismo humano, sino, más bien, por su antónimo. Nadie es perfecto, si funciona, bienvenidas sean las serendipias, insociables sociabilidades o manos invisibles. Siempre, y sin ello no firmemos, con prudencia y ciencia.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Recuerdos

De nuevo, aunque leve y casi artificialmente, la soledad. La misma que tanto ha podido ser odiada y despreciada pero que también, caprichos extraños los del espíritu, fue añorada con el especial cariño que los desequilibrados mentales ofrecen a sus retorcidas obsesiones. Ahora ya puedo, lejos de ti, sin verte ni oírte, sin aspirar tu calor ni palpar tu dulzura, escribir para ti, para ti, y para mí, para los dos. Ahora ya puedo recordar, lejanamente, con la vagueza de un boceto a medio hacer en el estudio del artista, los momentos que juntos vivimos, esos que dicen, se le pasan a uno por la mente cuando siente el acercarse de la muerte.

Puedo recordar aquel no muy lejano país en el que comimos, dormimos, hablamos y caminamos sin despegarnos ni un minuto el uno del otro durante varios, cansados, y desgraciadamente cortos, días de agosto. Y si aquella tierra rememora a gentes usuales los tópicos monumentos históricos, casi venerados por mera inercia, o a los eruditos y amantes de la densidad de la historia, los sucesos gloriosos y penosos que edificaron nuestro porvenir, a mí, entre esculturas clásicas cuyo valor me ha sido inculcado, y experiencias existenciales nacidas del pasear por caminos mil veces allanados por fieros antepasados que también, a su modo, se enamoraron, sólo me ofrece la memoria el presente de tus líneas, dibujadas en un hostal válido pero de escasa elegancia, quizá acorde con nuestra naturaleza. Por ello guardo con especial cariño no las ruinas de los templos que albergaron ritos a poderosas divinidades que quizá aún vigilan con curiosidad y sorpresa nuestros actos, ni las calles de pasado medieval por las que nobles caballeros cabalgaron inconscientes de su culpa en la ignorancia y penalidades de la masa campesina y burguesa, lo que albergo, en mi interior, es el recuerdo de tus miradas y sonrisas, siempre, a mí dirigidas.

Fueron quizá simbólicos nuestras caricias en aquel colosal edificio que albergó batallas sangrientas en nombre del ocio popular a expensas del poder imperial, y más aún poético si cabe nuestro amor confesado a través de la mutua lectura de las utopías versadas por un viejo inglés cristiano adelantado a su tiempo en un extenso llano, tiempo ha, cuna de las competiciones más espectaculares y peligrosas. Sufrió nuestra economía los derroches, con mayor o menor acierto, que compensaron a nuestros estómagos, asistidos por todo tipo de manjares que a tu lado siempre supieron mejor. También fue sufrimiento, lo que dejamos para nuestras piernas, sostenes imprescindibles de nuestros paseos interminables por la urbe más atemporal del planeta, pero sufrimiento ampliamente enajenado no sólo debido al poderoso sentimiento de superación o al éxtasis turístico, sino a la compañía regalada por cada uno de nosotros a nosotros mismos.

Recuerdo, lejos de todos los momentos generalmente mentados, aquella extraña y breve exposición que acompañó nuestra visita por las colecciones artísticas de un palacio convertido en museo, aquella que no te gustó precisamente por breve, y quizá, por falta de sentido. Probablemente no comprendimos aquellos lienzos, su exacto e incontrovertible sentido y significado, así como su amplitud y extensión. Quizá mi mente lo presenta a este ejercicio de introspección que yo pretendo regalarte, por ser esta amistad, esta relación, el amor, un concepto también complejo y difícilmente traducible, por ser ahora nuestros besos, tan llanos y sencillos como esa felicidad tuya que trasmites convirtiéndote, literalmente, en una chiquilla, cuando tiempo atrás resultaban imprevistos, dulces, pero inspiradores de innecesarios temores. He comprendido ahora, no los lienzos, ni la brevedad de aquel pintor extranjero, sino tus labios, tus abrazos, las miradas y palabras por ti dedicadas, mías ya, grabadas en mi carne y fundidas en mi mente.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Texto inacabado

Da la sensación, al vagar por las calles de la ciudad, que la humanidad vive en permanente estado de locura. Todo logro histórico, avance científico, social y humanitario, parece enmascarar una oscura base de ilogicidad y sinrazón. Se topa uno con seres desconcertantes extravagantes por sus ropas, andares o miradas desorbitadas, con comportamientos inconsecuentes, desnaturalizados, inmorales y alimentados de la absoluta libertad que supone la inconsciencia y el intuitivo actuar guiado por el instinto desviado, paranoico, obsesivo y sociópata. Hay locuras que causan terror, desasosiego, compasión, pero también de las que divierten, las propias de los cómicos y actores que hacen reír bajo focos, también presente en los gestos y habladurías de muchos de los que pululan por las barriadas de nuestras urbes.

Los actos que denotan una arbitrariedad anti-ilustrada ajena al buen comportamiento razonado que respeta la coherencia aparente entre los valores y el respeto a los mismos(independientemente del origen, forma y contenido de los mismos), son a cada paso que damos más visibles, nos inundan, nos abordan. No encontramos caminos armoniosos entre las diferentes acciones realizadas por los chalados con los que nos rodeamos, no hay forma posible de ordenar y asimilar sus actitudes, incapacidad absoluta para comprenderlos bajo los preceptos del buen uso de la razón, de la convención que establece lo racional, lo debido en cada contexto y lo adecuado para el funcionamiento continuado de la existencia en orden al progreso y mejora de las condiciones de vida.

Todos los grandes acontecimientos que han escrito la historia subrayan este enigmático hecho, el progreso, el desarrollo de las capacidades de la humanidad, se sostiene principalmente bajo la inadvertida locura que produce la humanidad, o que, para ser más exactos, produce a la humanidad. Guerras, revoluciones, delirios religiosos, masacres, continuadas agresiones a la integridad de personas que no denominaremos inocentes por curarnos en salud...A cada mirar con nuestros ojos encontramos sangre y muerte, una vida y un espacio que habitamos construido a través de la lucha y el derramamiento de sangre, respiramos entre cadáveres, ellos nos legaron nuestro bienestar.

Locura que constituye al hombre, lo inserta en un mundo de ficción y lo deja corretear bajo incoherencias que es incapaz de entender como tales. No era la razón, el buen pensamiento, el que levantó a las masas contra sus enemigos en vistas a sus intereses, no tampoco la que instó a la conquista militar, económica o cultural de tierras lejanas con motivos ideológicos, religiosos o lucrativos. Tampoco el suspenso de la razón justifica estas barbaries. No era el sueño de la razón el que producía monstruos, son los monstruos los que duermen, permitiendo el desarrollo de un pensamiento verdaderamente ilustrado, crítico, auto-destructivo y nihilista por necesidad, son los monstruos los que fundamentan toda razón, pensamiento, vida.

sábado, 15 de mayo de 2010

Pequeño ejercicio de catarsis.

No pensó nunca tan en serio que la alegría fuese motivo de huida para la inspiración, ese mito o ficción que permite creer que lo escrito, dibujado o, ¿por qué no?, cantado, surge de una surte de ventolera o brisa divina que pilla a uno en el lugar y momento adecuado. Pero sí era cierto, pudo comprobar, que la vida ociosa, feliz, enamorada y burguesa había supuesto un imponente descenso en la ya de por sí breve producción textual que había, hasta la fecha, realizado. ¿Y qué es mejor para el poeta?¿Qué es mejor para el escritor, que construye una falsa fachada de sabiduría a su alrededor mediante la técnica del ordenamiento de las palabras con armonía y buen gusto?¿Es más digno el esfuerzo y el trabajo austero que abandona las facilidades de una opulenta vida de caricias y siestas sólo soñadas en las visiones milenarias del paraíso? ¿O es más inteligente abandonar cualquier lucha por engrandecer el ego o enorgullecer al pueblo por una vida de placeres que, en principio, no perjudica a ningún compañero de existencia?¿La resignación o la lucha?
Deduzco que una solución que contenga ambas sustancias será el mejor remedio al malestar de espíritu, y, de vez en cuando, expulsar poltergeists de casa a través de ejercicios sencillos como este.

jueves, 25 de marzo de 2010

Este texto describe el juego de mirar de cerca una pared con gotelé y descubrir las montañas, probadlo

Aroma a persona. Muchos filósofos, ociosos aburridos y pedantes que desean manifestar su egolatría en acumulaciones de palabras e ideas, como lo pueden hacer estas líneas, se preguntaron por la definición de persona, por las implicaciones ontológicas y éticas de la misma. Debieron olvidar los fundamentos teóricos de lo que una persona pueda ser, su razón o su espíritu(para dar cabida a dos miradas contrapuestas, la religiosa y la irreligiosa), como principios esenciales de esta, entre otras posibles y macabras especulaciones, macabras, digo, para el tipo sano que deja tranquila su conciencia y, sin necesidad de caer en el estúpido conformismo, no pierde un tiempo preciado en cazar el aire con una red. Estos ancianos, masticadores de tierra pisada, entre los que quizá me incluya, debieron olvidar, pues, toda previa elucubración metafísica sobre lo que una persona es y debieron comenzar por visitar la habitación de un amigo. Allí descubrirían el aroma particular y puro de su congénere, siempre que no estuviese aderezado artificialmente por perfumes u olores(aunque ello otorgue riqueza a su personalidad olfativa). En ese supuesto cuarto, inspirando ininterrumpidamente, saboreando e interiorizando el aroma del compañero, descubrirían lo qué es una persona, resolverían el problema de la identidad, la exclusividad individual de una existencia, la mágica y curiosa particularidad de un ser, es decir, lo sorprendente de una minúscula mota de polvo que se aleja y diferencia absolutamente de sus hermanas, contadas por millones.

Aroma a persona ajena era lo que contextualizaba mi situación, una tarde cualquiera de un año que no importa ahora. Tumbado en una cama extraña, acompañado de una comodidad que excluiría la extrañez mentada como cualidad del colchón, observaba, apático, los movimientos de mis compañeras. Por supuesto, yo interactuaba con ellas, sin tener, al estar viviendo la situación en un presente tan veloz que no deja tiempo para reaccionar con elegancia, capacidad de girar y regirar aquel cubo de Rubik.

Una niña de ojos oscuros me miraba, en ocasiones, con una luminosa tristeza que brotaba de sus ojos y que, en una suerte de salto acrobático, se introducía en los míos. Era una tristeza leve, casi inaudible, pasajera probablemente, pero tristeza al fin y al cabo. La tristeza quizá de una madurez alcanzada, una madurez que se presenta en casa sin avisar, sin preparación, una madurez que es inmadurez camuflada. Una mirada, la de aquella niña fuerte e indefensa, en definitiva, enigmática, pues nada podía traducir en ella, tan sólo de ella, como buen masticador de tierra vieja, pude profetizar, con lo mal visto que está. Pudo quedarse grabada esa mirada, pero no debió tener excesiva relevancia, ya que al cabo de un corto periodo de tiempo fue sustituida por sonrisas o expresiones múltiples de vida u otros sentimientos ajenos al dolor, a la conciencia(pesada conciencia que no calla) y al...masticar.

Miré a la otra chiquilla, con su pelo largo y suave, esta, con unos ojos también oscuros, pero de mirada alegre, momentáneamente cansada. Sus labios dibujaron una luna creciente. En el momento, entretenido con la realidad, que necesita siempre de nuestra colaboración para funcionar, no pude pensarlo, pero ahora sí reflexiono sobre ello. Aquella chica, que tanto y tan poco podía asemejarse a la anterior, era diferente, de muchas maneras, no me atreveré a explicar por qué, tan sólo a definir a cual de estas maneras me refiero con diferente aquí, y esto significa, que era diferente porque había vivido mucho más con ella, no sólo en un sentido cuantitativo, también cualitativo. Su mirada era cercana, era comprensible, traducible, arriesgadamente asumible, reflejo cercano de uno mismo. Podían sus gestos gustar o molestar, pero siempre como gusta y molesta lo familiar, lo que no asusta, lo que se comprende. Sin embargo, la mirada anterior, era enigmática, era lejana, suponía el mismo ejercicio de imaginación y empatía, pero lo hacía con mayor intensidad y autoconsciencia. En ambos casos, creo su mirada, sus causas, consecuencias y modulaciones, pero en uno el trabajo es tan habitual que queda oculto y en otro es tan repentino y novedoso que se declara como un acto total de prejuicio. Formo su mirada, pero como algo lejano, apartado de mí,exótico y atractivo por su misterio, o posiblemente sospechoso y peligroso debido al mismo motivo.

Es aterrador, aunque con el tiempo uno se acostumbra, descubrir que las miradas y sus connotaciones las crea el sujeto que las percibe, por supuesto, esto quedaría en mera fantasía si no declarásemos que es a partir del texto bruto que nos deja lo observado lo que nos permite aquello que he denominado creación, siendo estrictos, debiéramos decir que es aterrador descubrir que las miradas y sus connotaciones las interpreta el sujeto. Ojalá esos ojos alegres, vivaces y enamorados callasen estas palabras fútiles, no el simple cansancio de la mandíbula, harta de masticar.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Cierta escena...



En cierta escena de La notte, la protagonista de la historia de Antonioni, vaga por las calles de una Milán polifacética, aquí sede de la moda y vanguardia de la modernidad, allí hogar de la violencia callejera y la ruina arquitectónica. Como buena “flâneur”, convierte su caminar por las interminables calles de la ciudad italiana en una apertura a un mundo de posibilidades visuales y artísticas, tanto para ella misma, como protagonista, como para el espectador. Somos, como en toda película, partícipes de los sentimientos y emociones que vive nuestra compañera más allá de la pantalla(aunque aquí debemos esforzarnos por intuir qué piensan esos rostros que miran el espacio que les rodea). El paseo por la urbe, lejos de ser un simple ejercicio de fácil entretenimiento, implica un viaje casi espiritual, introspectivo. Se trata, pues, de la profundidad de la mirada del paseante que encuentra en la ciudad, aunque bien podría sustituirse esta por otro entorno al azar, un reflejo de sí mismo. Cada mirada, cada fogonazo de luz atravesando un ventanal, cada árbol inclinado, cada edificio de muros asediados por el vandalismo, cada edificio avituallado con refinamientos de mármol, cada espacio y cada figura con colores, aromas y extensiones particulares suponen para el espectador no sólo el posible placer de una primera y fugaz contemplación, sino también su asimilación y su ordenación en el intrincado almacén de su intelecto. El resultado obvio e ingenuo del idealismo más resabido: la realidad está en nuestros sentidos, el áspero tacto de la vieja tela de la cortina, es exclusivamente nuestro, y su posterior imagen mental, así como sus implicaciones, asociaciones, un mundo inagotable de creación en el que estas humildes líneas suponen mi pequeña aportación.

Si uno ve la película de Antonioni pausando cada cierto tiempo el reproductor, encontrará una serie de fotografías de belleza poco cuestionable. Deberíamos probarlo más a menudo en nuestras vidas, en nuestros paseos que siempre tienen un sentido, un destino fijado. La rutina, el orden y el miedo a no encontrar el camino de vuelta impiden que vaguemos dispuestos a absorver cada detalle a nuestro alrededor. Curiosamente, es más fácil cuando eres un niño, o, tristemente, cuando la melancolía es compañera de viaje. Recuerdo haber escrito con mediocridad sobre un escritor cuya vida feliz le impide encontrar inspiración. Es necesaria una actitud abierta, una capacidad de absorción, una sensibilidad excitada que permita la contemplación estética del mundo, no su común y corriente intelección práctica o absolutamente vaga e indiferente. La desolación, la frustración ahogada en puños cerrados y la tristeza estimulan esa capacidad de empatía con la naturaleza, con lo otro, y refuerzan la creatividad que ordena y reelabora toda la información recogida(la maja desnuda, por utilizar un ejemplo, no es sólo una obra de valor histórico y pictórico, también es la mirada de aquella mujer que conociste o la incompartible alegoría de tu soledad).



En La Notte, la melancolía también ayuda a la protagonista, no quizá a un espectador perplejo, que intenta intuir el porqué de tan extraño viaje, las motivaciones que infunden movimiento a esas piernas, la curiosa y quizá agobiante forma de encuadrar del director, su modo de ordenar el espacio para su presentación. La muerte está presente continuamente, la vejez, el paso del tiempo, la vida perdida, el agua evaporada, y ante semejante horizonte, el miedo, el miedo ineludible de la ausencia de sentido, del absurdo de vivir en el absurdo y no querer abandonarlo. Pero considero que la muerte, incuestionable influencia en el caminar de la mujer que vemos por las calles de Milán, es tan sólo un detalle que bien podría eliminarse o sustituirse. La soledad, a veces buscada, pretendida, el sentimiento de destrucción y autodestrucción, solapándose a la armonía creada por la misma fuerza instintiva de dominación y supervivencia, y ante todo, el tedio, el aburrimiento cínico de Baudelaire, aquí empujado a una pusilanimidad y al agobio frente a la energía de la ciudad y las convenciones de sus habitantes, son más desasogantes si se presentan como inmortales. Sin embargo, también es activa, participativa, la mirada de esa mujer, que aún deja entrever una chispa de erotismo, de deseo frente a hombres extraños, como animal mudo e indefenso que a la llegada de la noche busca un cálido refugio.

Ella se embebe en la contemplación de objetos bien definidos y diferenciados, conociéndolos y conociéndose a través de ellos, entendiendo su yo que acompaña a toda representación de la sensibilidad, ahogada por la majestuosidad inhumana de una arquitectura inmensa que Antonioni sitúa en los planos como cíclopes que asedian a la indefensa mujer, como un gritar que la vida es difícil y que asusta. El existencialismo, la continua introspección, el diálogo interno que un objeto provoca en su espectador y sus evocaciones, contribuyan a su dolor o a su alegría, no es más que mera egolatría. El arte, la filosofía, la filantropía, la misantropía, el caminar con destino fijado o el caminar hacía la nada. Todo partiendo de una única y misma causa, el ego. El amor.

martes, 23 de marzo de 2010

En honor a la ingenuidad de seguir con serenidad al guía aunque debamos mirarlo con desconfianza

Abrió los ojos, no demasiado, para que no ciegue la luz, algo adormecido, indiferente. La respuesta fue veloz. Los cerró de nuevo con rapidez, para posteriormente volverlos a abrir, a modo de tanteo, como una pequeña prueba. Esta vez quedaron abiertos.

Multitudes abigarradas que gritan y se retuercen, situados unos sobre otros, apretando sus sucias pieles, arrancándose sus ropas. Desesperación y angustia en una asfixiante masa de cuerpos apiñados que parece moverse al unísono. Ciegos todos, se dejan arrastrar, pegados unos a otros, seguidos los necios de los más necios, en una interminable cadena de estupidez humana, como en el viejo cuadro de Brueghel. Aquí o allá algunos discuten, otros se alaban y se acarician la espalda. Todos esperan la llegada de un mesías, todos creen en algo, y superponen sus castillos invisibles unos sobre otros, sin darse cuenta, sin entender que ninguna de sus bases es de dura y resistente piedra, que no son más que aire que se esfuma. Todos citan frases inconexas y señalan con el dedo, arqueando las cejas con autosuficiencia, todos bailan del mismo modo escuchando distintas melodías, tarareando canciones diferentes. Pregúntales, ni uno contestará sin asegurar que sus palabras poseen la preciada virtud de la verdad, pues son tan ignorantes que desconocen la vacuidad de sus pensamientos, transformando sus infames utopías en pesadillas ajenas.

Cerró los ojos. Tan sólo pudo maldecir y amoldar su frustación en una inagotable queja, un murmullo como el que parece escucharse en las noches de otoño, cuando el viento sopla y las hojas de los árboles se rinden y huyen. Tan sólo pudo consolarse con su sofística verdad, la que promete que no hay verdad, y todo es nada, y la nada inunda todo, en un mundo en que estamos perdidos, culpándonos unos a otros de nuestra incapacidad.

Abre los ojos, sé pragmático, aunque conozcas la miseria de la percepción y la imposibilidad del acuerdo y la serenidad en una tierra hostil como esta, donde la misma estructura humana imposibilita lo soñado. Confía en tus mentiras, prudentemente, moderadamente. ¿No creía Ulises en Ítaca, en su fiel Penélope? Aunque Cavafis demostrase en su poema que aquella arena soñada no era más que un horizonte imaginado con el que sustentar los pasos a dar, viaja como él. Sólo navega cauto, el mar es peligroso y acechan numerosos enemigos, multitudes enardecidas, tan perdidas en la bruma como tú.





"El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad."
Émile Cioran

miércoles, 10 de marzo de 2010

Tierra firme





Donde apoyarme, para no caer. Donde recostarme y pensar, soñar. Donde cultivar y obtener frutos, donde bailar, reír y rodar. Donde vivir. ¡Vivir vivir!

domingo, 7 de marzo de 2010

No son ellos, eres tú, somos nostros

No lo dudo, nadie debería hacerlo, el efecto de los acontecimientos históricos, y quizá el adjetivo "históricos" sea innecesario, es de un peso y una importancia incuestionables. El devenir de las situaciones particulares, enlazadas suavemente por un fino hilo de causalidad y alteración han formado un enorme mosaico que compone lo que, a rasgos generales, puede entenderse como nuestro mundo. Por supuesto, la clasificación y definición exacta de cada pieza y su relación con el resto de hebras resulta inabarcable, siendo incluso peligroso el pretender comprender la complejidad de las interconexiones que estructuran la realidad en su completud. Nosotros observamos un cuerpo animal, se trate de una especie u otra, y con ciencia y paciencia, podemos llegar a conocer cada huesecito o cada fibra muscular que estipula su cuerpo. Pretender seguir una misma actitud en el estudio de los documentos históricos es caer en la necedad de alterar y articular la memoria en torno a hipótesis que bien pueden encontrar como sinónimo la palabra "prejuicio". Es inevitable hacerlo, pero precisamente por su necesidad, hagámoslo con delicadeza y prudencia.

No podemos empequeñecer y arrinconar cada ego y cada personalidad particular al analizar a la sociedad en grupos o subgrupos considerados como entes uniformes, lineales y monocromos. Es posible concebir una conciencia individual en pasados remotos regidos por poderes absolutistas en la que el sentimiento de pertenencia alcanzaba un grado ya inimaginable, entenderse, quiero decir, a uno mismo, como simple pieza del puzzle en sus entido más radical, como una fibra muscular, totalmente indivisible y dependiente del cuerpo. Mucho ha transcurrido desde que el hombre se comprende como ser autónomo e independiente que mantiene relaciones sociales y alcanza grandes contratos o acuerdos en vistas al bien común, situándose, como realidad que sustenta la preferencia por ese bien común, la necesidad de satisfacción e integridad personal. Ya no somos una unidad en sí, somos una unidad representada para poder sobrevivir como muchos. Pero considero que, perspectivismo y solipsismo a parte, nunca fuimos de otro modo. La interpretación de la existencia propia pudo ser distinta, pero la esencia de la misma nunca cambió, la necesidad de supervivencia, la pretensión de crecimiento y dominación y el deseo, libidinal o no, transcendente o inmanente, de la fisiología.

En la antigua Grecia ya se establecían ideologías políticas diversas, muchas partidarias del fascismo, otras democráticas, también aristocráticas, defensoras de una élite gobernante. Los ciudadanos dominantes pagaban a buenos maestros en retórica para pdoer alcanzar buenas posiciones sociales, y los artistas mutaban su yo en obras que aún maravillan al mundo. Ulises o Aquiles son héroes, su vida es un gran relato formado por numerosas aventuras conectadas entre sí, los hombres de aquella era se entendían del mismo modo, estuviesen oprimidos por una gran fuerza social o no, su vida era como la nuestra, un gran relato en el que diversas aventuras se suceden. Los esclavos de Roma, decidieron enrolarse en la nueva religión, y muchos, rebelarse y actuar clandestinamente. Gracias a su dios, eran una persona, poseían dignidad y obtenían el derecho a entender su vida como un relato. Hoy esta concepción de la existencia está totalmente generalizado, los blogs, el arte urbano, el vandalismo callejero, las libertades individuales...En este mismo día, en el País Semanal, un reportaje hablaba de los soldados americanos que transformaban sus vivencias en Irak o Afganistán en relatos o crudas poesías. ¿No harían lo mismo los soldados del mundo antiguo? Eran hombres en su mayoría anlfabetos y en absoluto refinados y sensibilizados, pero en cuanto uno de elllos tuviese conocimiento de las letras, en cuanto estuviese experimentado en el arte de la introspección, sin duda la reacción ante las brutalidades de la guerra sería la misma, la canalización o sublimación de los sentimientos internos en palabras, textos o figuras de posible gran belleza.

Todos tenemos voz y alguien que la escuche, también los que antaño fueron "sinvoz", todos somos ya alguien, y podemos disfrutar y vivir siendo respetados, o, por desgracia, sublimando nuestra necesidad hedonsita en un consumismo adictivo. Hoy no tenemos derecho a la queja por la censura, ya no, somos más libres que nunca, más capaces, todos somos Aquiles, todos somos ciudadanos griegos, pero también hoy, siglos y siglos después, existen un amplio sector social que no forma parte de la ciudadanía, que no tienen voz, que no tienen derechos. Sal a la calle, están a tu alrededor, algunos roban, otros trabajan en la construcción de nuestras infraestructuras, muchos venden discos pirata, siempre ilegalmente, siempre criminalmente, desestabilizando tu status quo, siempre mudos, sin relato, como esclavos del Imperio. Repito, somos libres, tenemos voz, si no legamos nuestros privilegios ni los extendemos, no culpemos al sistema, al modelo impuesto, a "ellos", los demás, los que no son yo. El sistema permite este texto, el sistema somos nosotros. Cambiemos nostros y cambiará el resto.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Good Afghan News

/www.goodafghannews.com

Sacado de:

http://blogs.publico.es/antonio-pampliega/36/las-noticias-del-buen-rollo/

lunes, 22 de febrero de 2010

Panteísmo para decir que es bonito recordarte

Repensó y masticó mentalmente las imágenes que el recuerdo mantendría guardadas durante largo tiempo, quizá, durante toda su vida. Sin duda, la copia era ya de pésima calidad, los colores apagados, la nitidez escasa y la ordenación de los objetos inexacta. Pero menos era nada, y aquellas imágenes suponían ya un buen motivo para hacer funcionar el coco.

Dijo un gran maestro que no fue escuchado por tantos como quiso, largos años atrás, que todos somos en esencia, tras el falso velo de los sentidos,una misma entidad o sustancia, más bien, una misma cosa en sí. Ese escurridizo concepto común no sería otra cosa más que la egoísta y natural necesidad de poseer, dominar o simplemente, ser. El mundo sería, pues, la representación que cada individuo hace de la misma, representación que incluye su propio cuerpo y su propia mente como entes individualizados, para entendernos, hablamos de algo semejante a dos realidades compatibles, dos caras de una misma moneda, la que entiende el mundo como lo apreciamos en la vida diaria y la que comprende que tras las apariencias de este se esconde la unidad de una única fuerza vital. La materia no se destruye, se transforma, y esta sustancia que el mundo entero es, se retroalimenta. Sexo, cuidar de animales domésticos o arrasar una ciudad, múltiples formas de dominar, de redirección instintiva, de exaltarse la voluntad y amalgamarse, retorcerse, revolcarse.

Los grandes héroes, los personajes de la historia y la cultura que han quedado establecidos como grandes acicates de la narración de la humanidad o como ejemplos a seguir para producir progreso, esas figuras que destacaron por su fuerte y apasionada personalidad y que crítica o acríticamente provocan entusiasmo y admiración, no son más que una mera prolongación de nuestra verdadera naturaleza común, una mayor individualización u objetivación de la masa originaria. Las guerras, los conflictos, la violencia ejercida por seres humanos a otros seres humanos , a animales o a seres inanimados incapaces de sentir, la explotación, la humillación, el derribo, la mofa, el insulto y todo ataque ejercido, es en definitiva, en la realidad inalcanzable de lo suprasensible, un ataque ejercido contra el mismo atacante, pues victima y verdugo el mismo son, la misma mísera esencia, la misma voluntad de felicidad y victoria.

Probablemente todo esto sean tonterías, románticas estupideces fundadas en los inconmensurables conocimientos filosóficos de aquel tipejo, es decir, edificaciones banales realizadas en un corredizo terreno, inestable y temporal, un enorme compendio que pretende explicar el mundo y el hombre a partir de ideas indemostrables incapaces de trocarse en ley. Mera charlatanería, la que sustenta y debe sustentar nuestro mundo, y de la que no podemos escapar, aunque acabe produciendo problemas.

Pero qué bonito, qué poético es pensar el mundo así, pensar el recuerdo así. Las imágenes vuelven una y otra vez, y se suceden y se intercalan sin orden establecido, en utópica anarquía. Son dos cuerpos jóvenes e inmaduros que se pierden en atemporales besos, abrazados con fuerza, temerosos , por si, tras soltarse el uno al otro, desaparecen. No saben si llueve o reina el sol, si el frío escuece o el calor achicharra. Sólo saben de unos labios húmedos y de la piel. Sólo saben de unos ojos enfrentados que pretenden engullirse los unos a los otros, fundirse en una sola figura, como amantes de Pompeya. Han descubierto, inconscientemente, sin pretenderlo, que son uno, una única materia, en realidad, una única voluntad de vivir. Estupideces.

sábado, 20 de febrero de 2010

Fight Club


“La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos estamos dando cuenta,lo que hace que estemos muy, muy cabreados.”

Fight Club- Chuck Palahniuk


Generación X es el título con el que se pretende englobar a aquellos miembros de las sociedades occidentales nacidos entre los 70 y los 80 que vivieron su adolescencia en los 80 y principios de los 90. Las características que unen a los supuestos hijos de la generación X, a parte de la edad, se refieren al contexto socio-cultural que compartieron. Se habla de personas que destacan por su apatía vital, su negación de principios incuestionables, es decir, su actitud nihilista antirreligiosa, descontentos con los valores conservadores aún vigentes pero al mismo tiempo, desencantados de las grandes utopías libertadoras así como de los movimientos contraculturales que dieron respuesta a la represión social del excesivo moralismo. Chuck Palahniuk, autor del Club de la lucha, refleja algunas de estas características en su obra, pero, en este libro especialmente, las lleva a su extremo en un terremoto estético que ha conseguido convertirse en todo un fenómeno que denominan como underground, alternativo, alejado de los cánones usuales.

¿Y por qué utilizar la fea expresión de terremoto estético? No es que el periodista, que dejó su puesto en una fábrica de cajas tras escribir esta primera novela, resulte cargante y pesado en su uso del lenguaje o en la narración, más bien, sus obras suelen ser ágiles, frenéticas y carecen de grandes recursos literarios, no estamos hablando de un gran literato. Sin embargo, esta novela, junto con algunas otras obras suyas que mantienen unos rasgos muy similares(hablo de Asfixia y Diario de un superviviente), destaca por la capacidad de entretejer una serie de ideas filosóficas y cuestiones de carácter existencial que en su exposición en la narración apelan al lector con una dureza extrema, golpeándole en la cara(véase la frase citada), quedando en ocasiones algo inconexas y sin pertenecer a un transfondo coherente y elaborado, pero enlazando perfectamente, con una suavidad resbaladiza, debido a la energía de la trama en la que se insertan, su incuestionable relación con la misma y la capacidad del autor para exponerlas. Son estas últimas características las que deben tomarse en cuenta cuando pretendo transmitir que Figth Club es una novela cuya mayor excelencia es su estética y su forma, su capacidad para presentar una historia relacionada con una serie de ideas generales de gran impacto sin necesidad de retorcimientos lingüísticos o apelación al sentimentalismo, entronándose como una de las grandes obras de subversión.

Palahniuk no tiene capacidad para embellecer al modo usual sus historias, más bien, en sus últimas obras especialmente, se ha decantado por pretender angustiar al lector con grotescas situaciones en las que no se escatima en el detalle de aspectos viscerales y sangrientos, sin embargo dispara en Fight Club(y no voy a tratar la trama porque si acaso alguien lee esto, ya la conoce o debería conocerla) el desenvolvimiento de unos personajes desbordados de carisma mediante un uso fantástico de la narración biográfica en primera persona, introduciendo, sin que ello resulte chirriante, una serie de aforismos, pensamientos, comenatarios poéticos de gran originalidad e informaciones curiosas varias(Palahniuk escribió fragmentos del libro en grupo, aplicando los consejos que le daban, por lo que no es extraño que en ocasiones se den datos que parecen sacados de la revista Quo), llegando a repetir, en el uso de una de sus argucias litrarias preferidas, ciertas expresiones o frases, prestándose además el argumento muy mucho a ello, elaborando lo que él denomina rima, algo así como un estribillo, el mensaje religioso que debido a su continua reaparición queda grabado en la mente. Siempre, subrayando lo sucio, lo metálico, industrial, oscuro, pervertido, morboso, lo absolutamente ajeno a la realidad cotidiana que, curiosamente, acaba convirtiéndose en lo más palpable y real que se haya podido leer.

Como decía, Fight Club, con esa fuerza estética, representada fielmente en la película, cuyo aspecto visual y cuya banda sonora acompañan magistralmente el impacto que los protagonistas y la historia poseen, es una novela que representa perfectamente el sentimiento contemporáneo de desarraigo, de pérdida de fe, malestar cultural, posmodernismo. No sólo por el método utilizado en la narración, también onírico y desconcertante como es la misma trama, ni por los continuos mensajes y comentarios cínicos, sino por el mismo avance de los personajes y sus acciones. “Quiero que me dejes embarazada, Quiero tener un aborto tuyo” es una frase, tomada entre otras muchas (sustituída, por cierto, en la peli), que representa muy bien lo que se está diciendo. Es de este modo como los trágicos personajes de la novela se comunican sus sentimientos, exhibiendo su fracaso y su infelicidad, pero demostrando total sinceridad, rompiendo Palahniuk con los convencionalismos y atreviéndose a sugerir nuevos modos de plantear situaciones comunes. El posmodernismo descubre lo que se esconde tras las apariencias, descubre las caras del ego, el inconsciente, las miserias que sustentan lo político, la conviencia, las mentiras que hilvanan el relato, el suelo firme. Sabido de las insuperables carencias epistemológicas y antropológicas del ser humano, reinventa la tradición con ironía, invirtiendo las relaciones conceptuales, confesando sus debilidades y mofándose de estas. Es el posmodernismo un concepto complejo y abarcante que no pretendo aquí explicar, en resumen, el posmodernismo es la historia de la torre de Babel, es descubrir que Papá Noel son los padres y continuar recibiendo regalos, comprender que la vida es como esas imágenes aéreas en las que una multitud de personas forman una palabra.

De esto trata principalmente la novela, de la pérdida de las creencias que sostienen la vida, aplicado este nihilismo al sistema, al modo de vida que llevamos, enlazándose una tras otra enormes frases críticas con el modelo consumista en el que estamos atrapados. Pero este ataque mordaz al consumismo exacerbado que pretende domesticarnos y satisfacernos a través de la compra indiscriminada no se basa, como sugeriría un película de cariz activista, en la injusticia o en las consecuencias perversas que el sistema pueda provocar, sino que, precisamente, a través de la obra de Palahniuk, se defiende la vertiente primitiva del hombre, su virilidad, su ello, aquello que es motor de su movimiento, que despierta su deseo y lucha por conseguirlo, su voluntad de poder.
La frase citada al comienzo es el mejor ejemplo de lo que pretendo decir, se habla de una sociedad que ha vivido en el Estado del Bienestar, sin guerras, sin grandes causas por las que luchar, en la que nuestro narcisismo y nuestra conciencia individual está mucho más desarrollada que en etapas históricas anteriores en las que la sociedad como conjunto o fuerzas opresoras ajenas al individuo concreto limitaban la capacidad de movimiento e incluso de pensamiento. Sin embargo, este ego, bien desarrollado por el capitalismo, la publicidad y la buena vida, resulta estar ineficazmente alimentado, el consumo de "mierda que no necesitamos" no suple nuestras carencias, carencias de grandeza, éxito y poder, precisamente, lo que nos vendieron, lo que nos prometió la publicidad, el cine, la literatura, lo que desarrolló nuestro instinto depredador e individualista. Conseguir empleos para hipotecarnos no nos hace felices, nos deprime, nos lleva a grupos de terapia para cancerosos, en busca de atención, en busca de ser alguien, y la violencia, golpearnos henchidos de rabia contra algún otro idiota como nostros, eso sí, quizá, nos libera, nos permite sentir lo que es la dominación, el protagonismo, el éxito. Descubrimos como el protagonista de la novela, que hay que tocar fondo, perderlo todo, hundirse en el más absoluto fracaso, para poder liberarse de todo condicionamiento, de todo linde que limite nuestros pasos, para actuar con auténtica libertad, para ser verdaderemente nosotros, para actuar sin coacción y dejarse guíar por nuestros impulsos más básicos, sin que la realidad pueda frenarlos, sin que un edredón nórdico pueda bastarnos.

Desde la crítica cinematográfica se ha tildado a la película basada en la novela de injustificadamente violenta, machista y fascista. Por supuesto, la película trata estos tres temas, la violencia está presente continuamente, creo que el título deja esto bastante claro, y precisamente esta enlaza con la idea de masculinidad recuperada que puede presentar la acción de los dos protagonistas que, incluso en algunos comentarios, explicitan su necesidad de proteger su autoestima manteniéndose al margen de las mujeres. Por supuesto, puedo aceptar que se tache al film de violento, aunque estética y argumentalmente la violencia viene más que justificada, pero considerar que es machista porque un fracasado y su nuevo y carismático amigo forman una secta en la que se descarga adrenalina através del combate y realizan un par de comentarios quizá misóginos, como haría cualquier par de amigos en soledad si poseyesen un poco de sentido del humor, sabidos de la no vigencia de sus efímeras palabras, no, eso no puedo aceptarlo ni entenderlo. Aún con todo, cabría preguntarse por el criterio que se sigue al considerar la violencia como legítima, ¿está la sangre en Salvar al soldado Ryan justificada? La supuesta exactitud histórica o fidelidad bíblica fundamenta la violencia en la Pasíon de Cristo? Si existe una crítica a la violencia de la película, esta se debe, sin duda, a la incomprensión y desagrado que supone la subversión de valores estéticos en la misma,en las películas de Tarantino, la violencia sangrienta se representa como una danza hermosa con la que complacer el exiquisito gusto de su público, esa radicalidad y ese esteticismo en la contemplación de situaciones que en la realidad provocan miedo y dolor es todavía algo incomprensible y extraño para cierto tipo de público.

Respecto al fascismo, ¿qué decir?La película y la novela, esta última con mayor grado de detalle, muestran el avance de un personaje megalomaniaco que consigue atraer a multitudes a través de una filosofía decadente y nihilista y los utiliza, como "monos espaciales", es decir, como simples medios que conducen a un fin, para instaurar la anarquía y el caos en una sociedad estúpida y gregaria. Por supuesto, las ideas que fundamentan el proyecto Mayhen resultan muy atractivas para aquellos que se sienten estafados en el modo de vida en el que se han visto obligados a vivir, pero sus métodos para instaurar la vida en apacible anarquía natural y primigenea son sin duda alguna fascistas, autoritarios y agresivos. Lo que no alcanzo a comprender es porque si una película trata determinado tema, esta resulta siendo considerada, quizá por necios que no pretendieron esforzarse por tan siquiera encadenar las secuencias que vieron, apologética y defensora del mismo tema. Pero se hace todavía más incomprensible afirmar esto cuando el mismo protagonista es el que intenta parar todo lo que se ha formado, la vorágine de descontrol y agresión al sistema. Deduzco que aquellos críticos, asustados ante la fuerza y la vehemencia de unos mensajes tan verdaderos y asumibles por el espectador (recordemos que Tyler Durden en la película llega a hablarnos a nosotros, directamente a cámara, en una escena de incuestionable calidad técnica), creyeron que también debían tomarse en serio la instigación a la lucha clandestina.

En definitva, Fight Club, es una historia apasionante, original y alternativa que atrae al lector por lo exagerado y fantástico de unos personajes fracasados que no han podido cumplir sus banales sueños de niñez, personajes con los que inevitablemente el lector se sentirá identificado, a excepción de Tyler, el modelo de ser autosuficiente a seguir, líder absoluto de la novela, carismático, enérgico y absolutamente poderoso, capaz de ir introduciéndonos sus ideas, altamente inflamables, en nuestro reblandecido e insatisfecho coco.
Decenas de ideas existenciales e introspectivas se acumularan a lo largo de la lectura, su magistral y original elaboración permitirá no sólo disfrutar de una historia atractiva, repleta de matices y complementada con interesantes giros argumentales, sino que permitirá aprender sobre uno mismo, cabrearse, comprender en qué andamos metidos. Después todo habrá sido un mal sueño, la utopía queda en utopía, en distopía ajena quizá, y la vida, en locura, pero aún está Marla, esa llaga que no puedes dejar de tocar con la lengua. No entiendo por qué tanto escándalo por esta novela y su adaptación cinematográfica, como cualquier otra historia, sólo habla de lo humano, de nuestra más profunda debilidad y de nuestro silencioso y adormecido poder.

martes, 16 de febrero de 2010

jueves, 11 de febrero de 2010

Bin Laden es progre

A finales del mes de enero se informó sobre el último comunicado del famoso líder de la organización terrorista yihadista AL Qaeda, Osama Bin Laden, en el que entre otras cuestiones se criticaba duramente a Estados Unidos y a los países de occidente por provocar, ya sea de manera intencionada o no, el cambio climático. Pero no queda ahí la cosa, si acaso el mensaje es verdaderamente suyo, y si se da el caso de que aún esté vivo y no se haya utilizado, como a muchos amantes de la conspiración gustaría, por el gobierno estadounidense para justificar sus acciones militares en afganistán tras los atentados del 11-S, el terrorista más buscado de la Tierra también parafraseó al mismísimo Chomsky, elogiando sus opiniones respecto al modelo económico americano en las que compara el mismo con el método mafioso.

Resulta interesante comprobar como este personaje se ha convertido, o ha sido convertido, en todo un mito de la era moderna de la comunicación de masas, un ente de leyenda con el que asustar a la población o del que aprovecharse para reír y parodiar el mundo de las altas esferas políticas que dirigen los pasos que toma el globo terráqueo. Si ETA fuese representada por algún singular personaje de rasgos marcados(a ser posible con cicatrices o un ojo de cristal) , el tema del terrorismo en España ganaría muchos puntos en protagonismo.

Dudo bastante de la verdadera capacidad del famoso Bin Laden para centralizar y poseer bajo su único y superior mando todo el movimiento internacional terrorista que puede relacionarse con Al Qaeda, quiero decir que me cuesta mucho imaginar a este tipo como el malo de la película de James Bond que controla toda una organización internacional bajo su poder, como si no pudiesen existir grietas internas o guerras intestinas en el seno de una banda terrorista de semejantes características ideológicas. En caso de equivocarme yo, estar Bin Laden vivo, y ser este el jefe supremo del terrorismo yihadista de Al Qaeda, sin verse atropellado por conflictos internos o luchas de poder, no sólo me entristeceré aún más por la manipulación psicológica a la que puede ser arrastrado el ser humano, sino que me reiré con mayor fuerza y cinismo ante los mensajes anti-imperialistas del barbudo demonio que pretender instaurar la ley islámica como régimen del terror universal.

Pero no nos desviemos del tema, lo que quería tratar, o siendo más sinceros y concretos, de lo que quería hacer mofa, era el mensaje ecologista e izquierdista que supuestamente ha transmitido el ex-aliado de la CIA, nacido en el seno de una familia rica y habiéndose educado en escuelas de élite. Me pregunto si estaba al tanto del problema ambiental ya en tiempos del 11-S, porque no hubiese sido nada coherente utilizar aviones, medio de transporte que emite mayor cantdiad de CO2, para reventar las Torres Gemelas. Pero todo es posible, ¿quiénes somos para prejuzgar? Quizá el yihadismo islámico pretenda instaurar un gobierno de riqueza medioambiental y austeridad ecológica, aunque en al caso me pregunto porque no fijan como principal objetivo a la más cercana Dubai, una especie de nueva y faraónica Las Vegas hipócritamente cubierta por el manto de la decencia y el cumplimiento religioso. Desde luego, respecto al tema de la superpoblación están concienciados.

Lo más horrendo y deformante de todo es la cita a Chomsky, que el fanatismo radical islámico utilice palabras de un anti-imperialista americano es el colmo de los colmos. Supongo que no es nada raro que se aprovechen las mínimas semejanzas para hacer amigos, por eso Chávez filtrea con la dictadura iraní o en el mundo occidental tenemos a un Muamar Gadafi realizando conferencias sobre las bondades del Corán a mujeres guapas pagadas. Espero que ningún movimiento ecologista o anti-imperialista haga también eco de estas supuestas declaraciones de Bin Laden, ante estas esperpénticas situaciones sólo me viene a la mente un tópico ya muy cacareado, mejor solo que mal acompañado.

Volviendo al uso de la frase del semiólogo norteamericano, sólo cabe decir que el aprovechamiento demagógico descontextualizado de pensadores e intelectuales debería castigarse con penas de enorme brutalidad intelectual, se me ocurren, por ejemplo, la desacreditación, la risa o la indiferencia.

viernes, 5 de febrero de 2010

Sequía creativa

La piel rozando la piel, en una calle mojada, como un eco que reverbera. La mente se vacía, y las pulsaciones se aceleran. Sólo existen los labios, en un febrero que se instala lentamente, y, es irónico, no encuentro la contradicción, tal vez me refiriese a esto.
Ya no, ya no existen fantasmas, ni ayer ni mañana, sólo una prolongación de nuestros espíritus que se niegan a volver a separarse. Ya vendrán las realidades, el difícil despertar, el escozor de las viejas heridas, ya vendrán, hoy sólo respiro tu aire.

jueves, 4 de febrero de 2010

martes, 26 de enero de 2010

Despotismo socialista

Muere un estudiante en una de las manifestaciones realizadas a lo largo de la jornada en diversos teritorios españoles en protesta por el cierre de la emisora Intereconomía. Los hechos, acaecidos en Valencia, se sucedieron aproximadamente a las 13:00 del mediodía, cuando un grupo de manifestantes reunidos en la plaza de la Virgen comenzó a producir altercados y acciones violentas en los alrededores, provocando, al lanzar utensilios o sillas de terrazas cercanas, a los policias que cercaban la calle que conecta la plaza con el Palacio de la Generalitat.

La policía reaccionó inmediatamente con fuertes medidas de seguridad, enviando un grupo de antisiturbios y lanzando gas lacrimogeno para disolver a la masa reunida. En el fragor de lo que resultó ser una salvaje batalla campal un estudiante de derecho, según sus amigos cercanos, no implicado en los altercados violentos, sufrió un golpe mortal en el cráneo cuya causa real aún se desconoce.

Algunos presentes indican que cierto grupo en apoyo de Zapatero se introdujo en la protesta y atacó a diversos manifestantes que exhibían pancartas en defensa de la emisora de forma pacífica. Es probable que esta circustancia desencadenase los disturbios que convirtieron una queja multitudinaria pacífica a la acción gubrnamental en un desastroso combate entre anti-disturbios y estudiantes encapuchados que se saldó con más de veinte detenciones, tres policias heridos con levedad y una muerte.

La manifestación se convocó por varios grupos de estudiantes universitarios y asociaciones de ideología liberal de carácter no político. El principal motivo de la misma era el rechazo absoluto a la decisión del gobierno central de cerrar la emisora Intereconomía por incumplir la normativa que obliga a esta a emitir los comunicados oficiales del presidente Rodríguez Zapatero.

La emisora, que en años anteriores sufrió también problemas por sus duras críticas al gobierno socialista, cesó sus emisiones en abierto y comenzó a funcionar únicamente como cadena de pago. Debido a esta circustancia, la cadena, tras ofrecer emisión a otros países europeos, consideró que debido a su carácter internacional no debía cumplir la mentada normativa de orden nacional que prohibe la retransmisión de más de dos horas seguidas de Gran Hermano e impone la emisión del himno nacional a las 12 y a las 6. Sin embargo, el gobierno entendió que, debido a que la mayor parte de la programación de la emisora es nacional esta debe supeditarse a las normativas del gobierno, por lo que se obligó a las empresas operadoras de cable a que cortasen la emisión de la emisora Intereconomía por incumplir la ley.

Esta sería le primera cadena que sufre lo que muchos han considerado un ataque total a la libertad de expresión y la diversidad ideológica, pero es probable que no sea la última, pues otras emisoras como Veo Tv y...bla bla bla



Parece inimaginable aquí, otros problemas tenemos, pero he intentado traducir a nuestro contexto(algo intraducible) lo que ocurre en otro país democrático, Venezuela.

No creo desestimables las falsedades de los medios de comunicación y las desinformación general respecto a Venezuela, la caricaturización continua del presidente venezolano(algo en lo que el hombre colabora bastante), las calumnias y los interesés que en su derrocamiento tienen grupos capitalistas oligárquicos y entidades económicas internacionales. Sin embargo, no creo que sea consistente, lógico, o legítimo que el defensor chavista(y estoy hablando ahora de un cualquiera español que por ejemplo haya firmado en el foro del diario Público en defensa del muy denostado Chávez) tolere los continuos mensajes doctrinarios del presidente en su propio progama televisivo y, sin embargo, saque la cacerola al balcón cuando aquí el rey dice cuatro tonterias en Navidad, o que critique el interés hipócrita que se esconde en la amistad que los países occidentales mantiene con personajes como Muamar Gadafi, asesinos dictadores viles, y sin embargo se alegre de que Chávez tenga unas buenas relaciones anti-imperialistas con el presidente iraní,líder de una nación en la que la homosexualidad se paga con la vida (me pregunto qué tiene de anti-imperalista el islam o prácticamente cualquier religión monoteísta cuya máxima es evangelizar).

La misma mierda que abunda en un lado de la balanza es igualada por el lado opuesto, y ante el que quizá pretenda ser algo crítico, o prudente, al final la cuestión queda reducida a que dependiendo del bando deteminados medios se justifican por sus fines. Para alcanzar la preciosa utopía comunista tenemos que convertirnos en guerrilleros como Guevara o en dictadores como Castro o Estalin, cuando las guerrillas y dictaduras derechistas, si nos situamos en este bando de la izquierda en blanco y negro(de la que no se desligan los acérrimos comunistas actuales), son consideradas de modo maniqueísta, auténticos productos de Satanás. Es estúpido acabar con la opresión a través de la opresión, es idiota radicalizar, inconsciente, y ante todo, es necio no ver las carencias de uno y señalar las mismas en el ser ajeno. Entiendo esta fe y pasión en contextos pasados, la idea de que el fin justifica los medios, la necesidad de luchar con entrega en el sentido más crudo de la palabra, pero en democracia, esto es, precisamente, contradecir al socialismo, desandar el camino.

El fervor anti-yanki, y el ímpetu de los ideales socialistas,que de determinada manera yo comparto, ciegan a una masa que critica la opresión de un sistema, realmente manejado y controlado por unos pocos, pero en el que hasta un don nadie como yo puede gritar su opinión e intentar convencer a la gente de que se tienen los medios para cambiarlo(el éxito será nulo), y permiten que esta masa, sin embargo, elogie la opresión de un gobierno socialista que predica la igualdad de derechos y oportunidades pero cierra las bocas que disienten coqueteando con el totalitarismo.

¿Cuando se utilizará en los libros de historia el término despotismo socialista? ¡Todo para el pueblo, pero sin el pueblo!





"“¿Es qué no quieres luchar contra la ocupación de tu país?”. Tenía ganas de decirles, que detrás del comunismo, del fascismo, de todas las ocupaciones e invasiones, se escondía un mal básico y general, para ella la imagen de ese mal es una manifestación de personas que marchan, levantan los brazos y gritan al unísono las mismas sílabas.
Pero sabía que no sería capaz de explicárselo. Perpleja, cambió el tema de la conversación.
"
La insoportable levedad del ser-Milán Kudnera.

lunes, 25 de enero de 2010

Oda al fracaso

Siempre había sido un hombre digno, honorable, entero. Es cierto que no todo funcionó tal y como pretendió, y quizá no pretendió todo lo que funcionó, pero en aquellos momentos de grandeza inesperada o en las etapas de miseria y fracaso, siempre, había sabido mostrarse a la altura, inexorable, imperturbable, estoico y caballeresco, pero también fiero como un león africano que tuesta su lomo al sol. “¿Mostrarse ante quién?” Preguntará el quisquilloso, el siempre presente grillo del remordimiento que hace cri cri y al que, como ante el detestado despertador, no puede uno darle la espalda. Contestemos con seguridad, como lo hace el inocente que es juzgado, el hombre pulcro. Siempre se mostró digno ante todo aquel que supiese admirar, interpretar y percibir la grandeza de los hombres. Ya no podía alardear con sutileza de sus tierras, como haría un respetable señor medieval y ya no exhibiría los cascos de sus enemigos muertos en batalla, pues los tiempos de crudeza y bestialidad quedaron atrás, los días de brutalidad sanguinolenta y de sana felicidad animal, pero siempre representaría el ideal del hombre civilizado.
Casado con una mujer de alta cuna, dejó como descendencia a tres varones tan brillantes como él, dispuestos a apoderarse con su buen hacer del mundo sin topar con problema o queja ninguna.
Su buena presencia, sus cuentas siempre limpias y pujantes, la elegancia, compañera inextirpable en sus conversaciones, en sus actos de presencia, simplemente, en su mirada, quizá, atractiva. Sus empresas, los comentarios en la prensa sobre su persona...todo, todo era envidiable, siempre viril, encomiable. Su inteligencia era superior a la media, sus elocuentes intervenciones, reconocidas y citadas en abundancia, siempre era consciente de qué se hablaba, y se defendía con comodidad, fuesen expertos especialistas en la materia tratada sus interlocutores o no. Sus escritos, exquisitos, alimento altamente estimado por la más feroz e insensible crítica. Su moral, la que todo ser humano quizá debiera apropiarse, la que se basa en la convicción y en el auto-perfeccionamiento.
Ya había perdido sus energía, se acercaba a los noventa años y su salud no podía mantenerse vigorosa. Se cernía la sombra de la muerte sobre él, y, lúcido aún, era consciente del poco tiempo que le quedaba, achacado continuamente por problemas respiratorios y subidas de tensión, en los que, y espero no resultar monótono, aún era capaz de mostrar su majestuosidad, como un anciano Sócrates bebiendo la cicuta.
Compró su ataúd, fabricado en una exquisita madera de secuoya, importada de California, ornamentado con florituras talladas en marfil y en cuya parte frontal resalta una placa de mármol cuyo relieve representa a Zeus, el famoso dios griego. Éxito, éxito, éxito, altura, nivel, dignidad. Como un personaje de una ideológica novela de Ayn Rand. Un caballero moderno, Un Médici, quizá un descendiente de Marco Aurelio, estoico, como dijimos, honorable.
Se acercó a su futura tumba, y ante el brillo de la barnizada madera del ataúd, vio reflejado su rostro, que pese a la distorsión de la luz, aún mantenía un aura de poder. Allí vio a un digno e infeliz fracasado.





Y es de pronto, al leer la última oración, cuando el lector verdaderamente siente interés por el personaje. Más bien, por la persona. Desde Ulises a Horacio Oliveira, nunca nos interesó el éxito ni la felicidad.

domingo, 24 de enero de 2010

Bésame, B.

Alzó su cuerpo de la cama y tramitó unos pequeños pasos, vagos y perezosos, hacia el alfeizar de la ventana. Allí, justo a una altura menor de unos aproximadamente veinte centímetros, situado a la derecha de la única brecha que iluminaba la estancia y demostraba la existencia de la vida más allá de un hortera papel de pared, se encontraba una empolvada mesa en la que, entre folios desordenados y relojes de bolsillo suizos, se encontraba un buen vaso de whisky ya servido. Tomó, sin mirarlo, captando intuitivamente su posición, aquel contenedor de relajante droga y sorbió suavemente la sustancia agria que acostumbraba a desayunar cuando visitaba esa vieja habitación para comprender.
Porque él quería comprender, y no había nada más estimulante que pagar las veinte libras que costaba aquel destartalado y mohoso cuartucho donde años atrás nació para comprender, enlazar, conectar y complementar todas las piezas que ensamblaban su lenta y poco sorpresiva vida. De este modo podía llegar al origen, real, de todo lo que acontecía y aconteció, asegurándose, en momentos de turbación, que partía desde donde debía partir, desde tierra firme, hacía el resto de conclusiones inferibles. Esta intranquilidad, curada siempre con una larga noche de reflexión en el lugar del que hablamos, solía surgir escasas veces, quizá una o dos cada tantos meses, cuando algo no funcionaba como el buen entendimiento certifica que debe funcionar.
Miró por la ventana largo rato, aspirando el aire fresco y embelesándose con los andares de las paseantes que alimentaban la vida de una amplia y sucia calle de las afueras. Sí, sus aptitudes y capacidades, pese a haber sido superiores a las de su contrincante, no habían sido suficiente para vencerle. Él supo manejar las cuentas de la fábrica con una atención casi religiosa, demostrando una habilidad magistral para el cálculo, la previsión y la eficiencia frente a un secretario del director poco dado al pensamiento profundo, algo torpe en sus movimientos intelectuales y verdaderamente menos cualificado para obtener el puesto de subdirector. Pero aquello por fin, ya no era motivo de disturbio mental, pues poseía su lógica. Si bien sus hazañas laborales superaban por mucho a las de su compañero en la fábrica, estas habían resultado pasar en gran medida desapercibidas por un director ante cuya presencia apenas habría estado un par de veces, por contra, su desdeñado compañero, resultó, como secretario, la mano derecha del director, alabando, como no, todas sus acciones, incluidas sus torpezas y sus malas elecciones, para conseguirse paulatinamente su simpatía. Y no quitemos importancia a la torpeza y las elecciones desafortunadas, pues son las que han permitido el descenso del beneficio durante este año, y también, el enemigo contra el que este reflexivo contable tuvo que lidiar con empeño, acompañando su firma siempre los informes más desalentadores.
Sin embargo, ya todo aquello resultaba indiferente, la rabia y el sentimiento de injusticia eran ya ilegítimos. Si bien lo ocurrido puede considerarse injusto, es natural, casi inevitable, sucedió porque las condiciones que lo preludiaron así lo determinaron, y si él no supo apreciar tales condiciones para evitarlas, formó parte de las mismas, y es tan culpable como la inepcia del director.
Podría dormir tranquilo, todo seguía su curso, todo mantenía el sentido. Si acaso no hubiese sido lo aquí expuesto el motivo de su no elección como director quizá existiese otra circunstancia que así lo dispusiese. Probablemente una atracción homosexual del director por su secretario, tal vez debido a las posibles acciones turbias del mismo obligándole a ello, o quizá incluso se debiera a un contexto religioso, posibles visiones alucinógenas de la divinidad que ordenaban la elección del secretario. Que más da, lo más importante es que se debía a que un A enlazaba con un B, y eso, eso le relajaba.
Miró a un caminante, supo que portaba un paraguas porque era capaz de predecir, por el aspecto del cielo e incluso quizá por el tipo de viento que azuza las veletas, que llovería durante aquella mañana. Bebió de nuevo su whisky, consciente de que aquel sabor era producto inevitable de determinado numero de años de destilación. Observó el edificio de enfrente y vislumbró la semilla, la premisa, los materiales extraídos de las colonias para decorar las cornisas y los alfeizares, los trabajadores de baja extracción social trabajando, los planos de un arquitecto que supo embellecer una obra sencilla...
De pronto los muros del cuarto comenzaron a derretirse, sus manos se hincharon, su piel se tornó grisácea y sintió un enorme dolor en la pierna izquierda, obteniendo, curiosamente, un gran placer, como el que proporcionaría un excelente masaje, en la pierna derecha. Aquello le desasosegó, ¿que significaba? Las paredes eran ya casi un puré de papel cantarín. Supuso que sería una pesadilla, o quizá una alucinación provocada por la falta de sueño y el abuso del whisky, en cualquier caso, siempre pudo ser una castigo divino provocado por su ambición laboral, o por su exceso celo en conocer.
Súbitamente comprendió que se estaba muriendo, su vida se esparcía por el aire, como las hojas de los árboles en otoño. Debía ser la cena, estaría intoxicada, quizá estaba sufriendo un ataque al corazón, probablemente el castigo de Dios llegaba su fin. ¿Por qué Dios querría castigar a alguien como él si otros muchos cometieron mayores pecados? ¿Quizá como con el caso del secretario ascendido, no supo ver las condiciones?Aquello no podría carecer absolutamente de sentido, ciertamente, Dios debe ser como un enorme e inmisericorde dado. El absurdo reina, A.

lunes, 18 de enero de 2010

No es tan horrible

No se está tan mal, no es tan horrible. He de reconocer que al comienzo, una vez pisada la árida tierra negra que impera en este lugar, me sobrecogí. No comprendí en un primer momento aquella extraña situación, claro que, tampoco dudo que aquello debía ser mero formalismo. Supongo que hasta el más viril y despreocupado compañero hubiese sentido la misma sensación de incertidumbre y pavor, como un no estar. Es difícil definirlo, supongo que ustedes lo habrán intentado imaginar con poco éxito, se trata de una emoción peculiar, el vacío, la desesperanza en su sentido más corporal, respirar el nihilismo. Debe asemejarse bastante a aquello que se siente cuando uno experimenta un profundo sueño, de los que se obtiene una sensación muy viva, en los que, pese a la confusión de las formas y lo onírico de la narración, uno no dudaría de su carácter certero, no pudiendo entenderlo como un mero engaño de una razón cansada de someterse a las rígidas normas impuestas por las leyes de la sensibilidad. En tales sueños, cuando llega el cruel momento del despertar, uno duda de su posición, y no acaba de atinar, hasta pasados unos instantes, si el sueño comienza o finaliza. Para mayor pesar del sujeto que despierta, generalmente, tras haber sido imbuido en situaciones que proporcionaron una mágica satisfacción a sus más íntimos deseos, topa con una realidad nada grata que resquebraja en pedazos sus vanas ilusiones, e inevitablemente, siente cierta ira momentánea dirigida hacia su propia mente, por atreverse esta, sin su permiso, a jugar así con sus interioridades.
Creo que no es necesario explayarse más con vagos paralelismos y ejemplificaciones estériles, lo que venía diciendo, es que este tipo de movimientos se producen en el interior de uno cuando se haya por primera vez en este asombroso entorno, tales movimientos de placas tectónicas son con los que uno debe lidiar en sus adentros durante los primeros instantes, mientras concibe y asimila su nueva realidad. Hablo, por supuesto, de la llegada primera al Hades, al inframundo, a la urbe sacra de los muertos, y, no lo duden, me refiero a este destino ya como nuevo hogar y no como lugar de paso, tal como lo cuentan viejas leyendas en las que héroes de la talla de Odiseo u Orfeo vagaron por estas infértiles tierras manteniendo su vida bien resguardada bajo el manto de su piel.
Pero uno pronto se adapta, al fin y al cabo, pese a haber dejado de ser un cuerpo vivo y capaz, uno parece mantener ciertas características anteriores, y entre ellas, sin duda, destaca la de la adaptabilidad. Todo depende en muchas ocasiones de las perspectiva adoptada, es tópico fácil el de proveer consejo instando a un nuevo modo de mirar lo que rodea al aconsejado para que este pueda alejarse de miedos y melancolías, pero por tonto que sea o manoseado que esté, ello no resta energía a su veracidad. Cuando uno llega a tierra extraña, siento su alma todavía en aquellas lindes que atrás dejó, y añora los aromas de su vida pasada, sin embargo, tarde o temprano, a excepción quizá de caracteres muy concretos cuya compleja personalidad de pose novelesca impide la realización de lo que ahora mismo estoy considerando como generalmente inevitable, el sentimiento de pertenencia al nuevo hogar y su valoración positiva, se materializan.
Sentado yo en la trémula barca del ujier del infierno, Caronte, acongojado por su seco silencio y la inexistencia de un posible calor que aproximase su inequívoco camino a nociones homólogas a las que yo tengo del sentido de la vida, contemplaba el río de aguas verdosas y putrefactas cuyas exhalaciones anegaban mis encogidos órganos respiratorios. Aquel desolador paisaje aniñaría al más valeroso de los hombres, pues si quizá la muerte ya no era motivo de desesperación, el ácido dolor corporal aún podía mutilar cualquier tipo de tranquilidad, y, no me era desconocidos los relatos desalentadores de viejos personajes condenados eternamente a castigos de los que ya nunca podrían librarse, arrastrando con interminable cansancio duras rocas o siendo devorados por unos, literalmente, insaciables cuervos.
Sin embargo, ante semejante panorama, surcando el Aqueronte, siendo testigo del horror y la podredumbre de aquel lugar, empequeñecido por la inmensidad de las rocas que finiquitaban el espacio circudante en la altitud y la inmensidad de los horizontes que a través de aquellas aguas se divisaban, conseguí, del modo más nimio posible, empatizar con el callado y silencioso Caronte. El pobre, el incomprendido Caronte.
Su trabajo estigmatizó su leyenda, dotándole de un aura, me atrevo a decir, odiada por él mismo. Pavor y estremecimiento provocaba en los grandes coroneles, luchadores y marinos, todos temblaban ante su posible presencia, pues avistarlo, tan sólo una cosa podía significar. Pero el desdichado Caronte no es más que un mero peón, él, férreo y recto como el hombre jamás podrá serlo, cumple el papel al que fue arrojado con divina indiferencia. Otros disfrutarían cumpliendo su función, acrecentando sus enraizadas ansias de poder y dominación, pero Caronte, está por encima de todo ello, sabido de la naturaleza profunda de hombre, conduce sus almas con coraje, acompañado por una sabia imperturbabilidad, ajeno a las desgracias de las que es cómplice, pues conoce la respuesta a tanta absurdidad, la necesidad.
Esto pretendía expresar anteriormente, No pude entablar una conversación con Caronte, pero creo que pude entenderle, pese a su esencia impenetrable. Y si pude hacer algo parecido con él, aunque tan sólo fuese en mi libre imaginación, superé con mayor ahínco mi timidez y recogimiento ante el resto de compañeros de pena, aquellos muertos que junto a mí vagaban por la brumosa oscuridad. Fui uno más entre ellos, quizá no pudiendo disfrutar de festines en su compañía, y ajenos a los placeres del juego o el amor debido a nuestra etérea existencia como podridos fiambres andantes, pero disfrutando, dentro de lo posible, de mis nuevas amistades, y enemistades, en mi nueva casa.
Juntos despreciábamos, no en ocasiones sin cierto temor a ser escuchados, a los obscenos dioses que con nuestros espíritus alimentaban su ocio, así como a aquellos indeseables que bajaron sus pantalones ante la presencia de estas divinidades para obtener su gracia y poder descansar eternamente en los campos elíseos, rodeados de lujos y facilidades, pero nos enorgullecíamos a la par de nuestra difícil existencia(o no existencia) entre horrendas dificultades, pues nos convertía en hombres dignos de respeto y henchidos de dignidad.
No es tan horrible, decía, encontrarse sosegado si uno acepta su lugar, aquello que es, y que no puede no ser. Quizá me fue sencillo encontrar la calma cuando pude rodearme de incuestionables amigos en los que apoyar mi existencia, pero aquello sólo fue un pequeño elemento más. Lo sabio, lo indubitable, es ser consciente de que hay cosas que son, y no nos es legítimo alterarlas, pues nos superan. Debemos, y espero que no se me malinterprete, postrarnos ante la fatalidad, y aceptando su incontestable peso sobre nosotros, podremos entonces alzarnos con la mayor majestuosidad imaginable en el reino de la posibilidad.

jueves, 14 de enero de 2010

Hilvanemos nuestro futuro con libertad, tal ambiguo concepto nos pertenece.

Y de pronto, tan abruptamente que casi sintió un estremecimiento recorriendo su espalda, descubrió su verdadero destino, aquello para lo que realmente estaba preparado, y a lo que no podría desatender, pues, las fuerzas sobrenaturales que acaso gobiernan los engranajes del mundo así lo dispusieron. Se dieron las circustancias, la suma de azares y cambios en la dirección del viento oportunos, o inoportunos, según sean los ojos que vislumbren tal esbozo, para que su cuerpo abriese un nuevo ciclo en su funcionamiento, constituido a partir del proceso histórico que el pasado, ya tan sólo viejos sedimentos adosados en los más turbios pliegues de su conciencia, había venido formulando. De este modo, el joven de adjetivación difícil, a cuya presencia resbalan los epítetos debido al temor de estas frías manos a errar en su definición, consideró que, tras haber respirado lo que respiró, tras haber palpado lo que palpó y tras haber soñado lo que no pudo jamás respirar y palpar, ya sólo podía entenderse en la completud de la existencia ajena, en el caso de que exista algo ajeno a nuestra mirada ególatra, de este nuevo modo que hasta ahora, nunca había sopesado. Ese era su camino, la vía sinuosa y movediza sobre la que sólo una buena construcción, producto de la técnica humana, sea esta física o metafísica, podría mantener el endeble y miserable cuerpo de la humanidad. El aroma fresco de la sal y el agua, el alzamiento del rostro ante la inmensidad azul que confunde lo etéreo con lo acuoso. ¡Sí! El mar era su destino, el vagar errante por los océanos, burlando a la muerte con picardía y desdén, como sólo un ignorante temerario o un anciano moribundo pueden hacerlo. Así alcanzaría la felicidad, ya que la observación del vacío y solitario mar durante largas horas de pasividad no respondería con el simple y tedioso silencio, sino que en él vería ahora reflejados su nuevo rostro y sus nuevos ropajes. Ahora comprendería su nombre y con arrogancía afirmaría sus epítetos correspondientes. Inserto en un relato, en una historia con sentido, asumiría su nuevo rol, y soportaría la vida amando la grandeza de sus penas y sus horrores, pues son sólo de su propiedad, el mar les da ahora su significado, y la soledad, por fin, obtiene su simetría en el cuadro.

No habrá negación de la materialidad, sólo lucha constante por la convicción y goce infinito en la satisfacción hedonista de cada mísero placer cuyo alarido considere inmoral no escuchar. Continuo viaje en el que la compañía es bien recibida, pero siempre con distanciamiento y reserva. No mató la curiosidad al gato, fue la confianza.
Será hombre nuevo, rehecho, alegre y vivaz, que no renuncia a sus miserias, que ansía conocer lo desconocido, engrandecer su espíritu con sus actos, fabricar sonrisas en fantásticas sirenas ataviadas con una límpida desnudez, y reír y cantar la canciones que cada tierra proponga, así como escuchar y aprender de sus mitologías y sabias historias.
Su tristeza será compañera de camarote, indipensable, instigadora, único acicate de la divagación y la ensoñación romántica que guiará sus pasos al trémulo universo de la navegación, pues sin ella, jamás existirá una Venus a la que cortejar, nunca un Moby Dick que capturar, en absoluto una Atlántida que descubrir.
No cabrán las quejas y las tribulaciones, cuando la sal escueza y el frío cale hasta los huesos, cuando la sangre sea ineludible y el agrio dolor físico acompañe al espiritual, nunca, a excepción de maldiciones y exabruptos catárticos, una sola expresión de dolor dibujarán sus labios, ni por asomo, se considerará el arrepentimiento. El empeño y la energía indomable del valor auto-impuesto mantendrán la compostura.
Será, por último, irremisiblemente, un viaje sin retorno, pues, largo tiempo transcurrió desde que perdió cualquier hogar al que poder regresar.


Por el momento sólo cabe esperar, pues el miedo aún es férreo, los lazos, poderosos, y la preparación, por no mentar el equipaje, ridiculamente escasa. Pero dadle tiempo, pues, sus sueños de redención y sentido concluirán, únicamente, en realidades abarcables...¡O en muerte!