miércoles, 27 de octubre de 2010

Tengo algo de frío

Al calor de la estufa pensaron algunos filósofos y caldearon sus ideas.

Escuché una noche decir, por alguien cuyos comportamientos incívicos, o posmodernos, no recomiendo, que quizá el frío estimulaba al tejido cerebral, poniendo en funcionamiento las neuronas, o dicho de otro modo, que a falta de sol y calidez sabe mejor un estudio cerrado repleto de libros que un amplio escenario exterior inundado por la vacuidad que la tempestad y el gélido invierno invocan. La paradoja estriba en que la verdadera causa esencial de la motivación reflexiva no es el calor o el frío directos que la naturaleza ofrece con su parsimoniosa indiferencia, sino las consecuencias materiales que del clima se derivan. En determinada zona geográfica(geoclimática) abundarán los paseos, las rondas y las siesta bajo los olivos. En otros lugares, paseos, rondas o siestas son motivo de congelación o pulmonía. Bendita siesta veraniega, jamás conocida por los caballeros nórdicos, mas, aún más bendita y encomiable sea la estufa de leña, o carbón vegetal, que alimentó las llamas del pensamiento cuyos ecos aún redundan en el globo entero.

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