jueves, 25 de marzo de 2010

Este texto describe el juego de mirar de cerca una pared con gotelé y descubrir las montañas, probadlo

Aroma a persona. Muchos filósofos, ociosos aburridos y pedantes que desean manifestar su egolatría en acumulaciones de palabras e ideas, como lo pueden hacer estas líneas, se preguntaron por la definición de persona, por las implicaciones ontológicas y éticas de la misma. Debieron olvidar los fundamentos teóricos de lo que una persona pueda ser, su razón o su espíritu(para dar cabida a dos miradas contrapuestas, la religiosa y la irreligiosa), como principios esenciales de esta, entre otras posibles y macabras especulaciones, macabras, digo, para el tipo sano que deja tranquila su conciencia y, sin necesidad de caer en el estúpido conformismo, no pierde un tiempo preciado en cazar el aire con una red. Estos ancianos, masticadores de tierra pisada, entre los que quizá me incluya, debieron olvidar, pues, toda previa elucubración metafísica sobre lo que una persona es y debieron comenzar por visitar la habitación de un amigo. Allí descubrirían el aroma particular y puro de su congénere, siempre que no estuviese aderezado artificialmente por perfumes u olores(aunque ello otorgue riqueza a su personalidad olfativa). En ese supuesto cuarto, inspirando ininterrumpidamente, saboreando e interiorizando el aroma del compañero, descubrirían lo qué es una persona, resolverían el problema de la identidad, la exclusividad individual de una existencia, la mágica y curiosa particularidad de un ser, es decir, lo sorprendente de una minúscula mota de polvo que se aleja y diferencia absolutamente de sus hermanas, contadas por millones.

Aroma a persona ajena era lo que contextualizaba mi situación, una tarde cualquiera de un año que no importa ahora. Tumbado en una cama extraña, acompañado de una comodidad que excluiría la extrañez mentada como cualidad del colchón, observaba, apático, los movimientos de mis compañeras. Por supuesto, yo interactuaba con ellas, sin tener, al estar viviendo la situación en un presente tan veloz que no deja tiempo para reaccionar con elegancia, capacidad de girar y regirar aquel cubo de Rubik.

Una niña de ojos oscuros me miraba, en ocasiones, con una luminosa tristeza que brotaba de sus ojos y que, en una suerte de salto acrobático, se introducía en los míos. Era una tristeza leve, casi inaudible, pasajera probablemente, pero tristeza al fin y al cabo. La tristeza quizá de una madurez alcanzada, una madurez que se presenta en casa sin avisar, sin preparación, una madurez que es inmadurez camuflada. Una mirada, la de aquella niña fuerte e indefensa, en definitiva, enigmática, pues nada podía traducir en ella, tan sólo de ella, como buen masticador de tierra vieja, pude profetizar, con lo mal visto que está. Pudo quedarse grabada esa mirada, pero no debió tener excesiva relevancia, ya que al cabo de un corto periodo de tiempo fue sustituida por sonrisas o expresiones múltiples de vida u otros sentimientos ajenos al dolor, a la conciencia(pesada conciencia que no calla) y al...masticar.

Miré a la otra chiquilla, con su pelo largo y suave, esta, con unos ojos también oscuros, pero de mirada alegre, momentáneamente cansada. Sus labios dibujaron una luna creciente. En el momento, entretenido con la realidad, que necesita siempre de nuestra colaboración para funcionar, no pude pensarlo, pero ahora sí reflexiono sobre ello. Aquella chica, que tanto y tan poco podía asemejarse a la anterior, era diferente, de muchas maneras, no me atreveré a explicar por qué, tan sólo a definir a cual de estas maneras me refiero con diferente aquí, y esto significa, que era diferente porque había vivido mucho más con ella, no sólo en un sentido cuantitativo, también cualitativo. Su mirada era cercana, era comprensible, traducible, arriesgadamente asumible, reflejo cercano de uno mismo. Podían sus gestos gustar o molestar, pero siempre como gusta y molesta lo familiar, lo que no asusta, lo que se comprende. Sin embargo, la mirada anterior, era enigmática, era lejana, suponía el mismo ejercicio de imaginación y empatía, pero lo hacía con mayor intensidad y autoconsciencia. En ambos casos, creo su mirada, sus causas, consecuencias y modulaciones, pero en uno el trabajo es tan habitual que queda oculto y en otro es tan repentino y novedoso que se declara como un acto total de prejuicio. Formo su mirada, pero como algo lejano, apartado de mí,exótico y atractivo por su misterio, o posiblemente sospechoso y peligroso debido al mismo motivo.

Es aterrador, aunque con el tiempo uno se acostumbra, descubrir que las miradas y sus connotaciones las crea el sujeto que las percibe, por supuesto, esto quedaría en mera fantasía si no declarásemos que es a partir del texto bruto que nos deja lo observado lo que nos permite aquello que he denominado creación, siendo estrictos, debiéramos decir que es aterrador descubrir que las miradas y sus connotaciones las interpreta el sujeto. Ojalá esos ojos alegres, vivaces y enamorados callasen estas palabras fútiles, no el simple cansancio de la mandíbula, harta de masticar.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Cierta escena...



En cierta escena de La notte, la protagonista de la historia de Antonioni, vaga por las calles de una Milán polifacética, aquí sede de la moda y vanguardia de la modernidad, allí hogar de la violencia callejera y la ruina arquitectónica. Como buena “flâneur”, convierte su caminar por las interminables calles de la ciudad italiana en una apertura a un mundo de posibilidades visuales y artísticas, tanto para ella misma, como protagonista, como para el espectador. Somos, como en toda película, partícipes de los sentimientos y emociones que vive nuestra compañera más allá de la pantalla(aunque aquí debemos esforzarnos por intuir qué piensan esos rostros que miran el espacio que les rodea). El paseo por la urbe, lejos de ser un simple ejercicio de fácil entretenimiento, implica un viaje casi espiritual, introspectivo. Se trata, pues, de la profundidad de la mirada del paseante que encuentra en la ciudad, aunque bien podría sustituirse esta por otro entorno al azar, un reflejo de sí mismo. Cada mirada, cada fogonazo de luz atravesando un ventanal, cada árbol inclinado, cada edificio de muros asediados por el vandalismo, cada edificio avituallado con refinamientos de mármol, cada espacio y cada figura con colores, aromas y extensiones particulares suponen para el espectador no sólo el posible placer de una primera y fugaz contemplación, sino también su asimilación y su ordenación en el intrincado almacén de su intelecto. El resultado obvio e ingenuo del idealismo más resabido: la realidad está en nuestros sentidos, el áspero tacto de la vieja tela de la cortina, es exclusivamente nuestro, y su posterior imagen mental, así como sus implicaciones, asociaciones, un mundo inagotable de creación en el que estas humildes líneas suponen mi pequeña aportación.

Si uno ve la película de Antonioni pausando cada cierto tiempo el reproductor, encontrará una serie de fotografías de belleza poco cuestionable. Deberíamos probarlo más a menudo en nuestras vidas, en nuestros paseos que siempre tienen un sentido, un destino fijado. La rutina, el orden y el miedo a no encontrar el camino de vuelta impiden que vaguemos dispuestos a absorver cada detalle a nuestro alrededor. Curiosamente, es más fácil cuando eres un niño, o, tristemente, cuando la melancolía es compañera de viaje. Recuerdo haber escrito con mediocridad sobre un escritor cuya vida feliz le impide encontrar inspiración. Es necesaria una actitud abierta, una capacidad de absorción, una sensibilidad excitada que permita la contemplación estética del mundo, no su común y corriente intelección práctica o absolutamente vaga e indiferente. La desolación, la frustración ahogada en puños cerrados y la tristeza estimulan esa capacidad de empatía con la naturaleza, con lo otro, y refuerzan la creatividad que ordena y reelabora toda la información recogida(la maja desnuda, por utilizar un ejemplo, no es sólo una obra de valor histórico y pictórico, también es la mirada de aquella mujer que conociste o la incompartible alegoría de tu soledad).



En La Notte, la melancolía también ayuda a la protagonista, no quizá a un espectador perplejo, que intenta intuir el porqué de tan extraño viaje, las motivaciones que infunden movimiento a esas piernas, la curiosa y quizá agobiante forma de encuadrar del director, su modo de ordenar el espacio para su presentación. La muerte está presente continuamente, la vejez, el paso del tiempo, la vida perdida, el agua evaporada, y ante semejante horizonte, el miedo, el miedo ineludible de la ausencia de sentido, del absurdo de vivir en el absurdo y no querer abandonarlo. Pero considero que la muerte, incuestionable influencia en el caminar de la mujer que vemos por las calles de Milán, es tan sólo un detalle que bien podría eliminarse o sustituirse. La soledad, a veces buscada, pretendida, el sentimiento de destrucción y autodestrucción, solapándose a la armonía creada por la misma fuerza instintiva de dominación y supervivencia, y ante todo, el tedio, el aburrimiento cínico de Baudelaire, aquí empujado a una pusilanimidad y al agobio frente a la energía de la ciudad y las convenciones de sus habitantes, son más desasogantes si se presentan como inmortales. Sin embargo, también es activa, participativa, la mirada de esa mujer, que aún deja entrever una chispa de erotismo, de deseo frente a hombres extraños, como animal mudo e indefenso que a la llegada de la noche busca un cálido refugio.

Ella se embebe en la contemplación de objetos bien definidos y diferenciados, conociéndolos y conociéndose a través de ellos, entendiendo su yo que acompaña a toda representación de la sensibilidad, ahogada por la majestuosidad inhumana de una arquitectura inmensa que Antonioni sitúa en los planos como cíclopes que asedian a la indefensa mujer, como un gritar que la vida es difícil y que asusta. El existencialismo, la continua introspección, el diálogo interno que un objeto provoca en su espectador y sus evocaciones, contribuyan a su dolor o a su alegría, no es más que mera egolatría. El arte, la filosofía, la filantropía, la misantropía, el caminar con destino fijado o el caminar hacía la nada. Todo partiendo de una única y misma causa, el ego. El amor.

martes, 23 de marzo de 2010

En honor a la ingenuidad de seguir con serenidad al guía aunque debamos mirarlo con desconfianza

Abrió los ojos, no demasiado, para que no ciegue la luz, algo adormecido, indiferente. La respuesta fue veloz. Los cerró de nuevo con rapidez, para posteriormente volverlos a abrir, a modo de tanteo, como una pequeña prueba. Esta vez quedaron abiertos.

Multitudes abigarradas que gritan y se retuercen, situados unos sobre otros, apretando sus sucias pieles, arrancándose sus ropas. Desesperación y angustia en una asfixiante masa de cuerpos apiñados que parece moverse al unísono. Ciegos todos, se dejan arrastrar, pegados unos a otros, seguidos los necios de los más necios, en una interminable cadena de estupidez humana, como en el viejo cuadro de Brueghel. Aquí o allá algunos discuten, otros se alaban y se acarician la espalda. Todos esperan la llegada de un mesías, todos creen en algo, y superponen sus castillos invisibles unos sobre otros, sin darse cuenta, sin entender que ninguna de sus bases es de dura y resistente piedra, que no son más que aire que se esfuma. Todos citan frases inconexas y señalan con el dedo, arqueando las cejas con autosuficiencia, todos bailan del mismo modo escuchando distintas melodías, tarareando canciones diferentes. Pregúntales, ni uno contestará sin asegurar que sus palabras poseen la preciada virtud de la verdad, pues son tan ignorantes que desconocen la vacuidad de sus pensamientos, transformando sus infames utopías en pesadillas ajenas.

Cerró los ojos. Tan sólo pudo maldecir y amoldar su frustación en una inagotable queja, un murmullo como el que parece escucharse en las noches de otoño, cuando el viento sopla y las hojas de los árboles se rinden y huyen. Tan sólo pudo consolarse con su sofística verdad, la que promete que no hay verdad, y todo es nada, y la nada inunda todo, en un mundo en que estamos perdidos, culpándonos unos a otros de nuestra incapacidad.

Abre los ojos, sé pragmático, aunque conozcas la miseria de la percepción y la imposibilidad del acuerdo y la serenidad en una tierra hostil como esta, donde la misma estructura humana imposibilita lo soñado. Confía en tus mentiras, prudentemente, moderadamente. ¿No creía Ulises en Ítaca, en su fiel Penélope? Aunque Cavafis demostrase en su poema que aquella arena soñada no era más que un horizonte imaginado con el que sustentar los pasos a dar, viaja como él. Sólo navega cauto, el mar es peligroso y acechan numerosos enemigos, multitudes enardecidas, tan perdidas en la bruma como tú.





"El hecho de que la vida no tenga ningún sentido es una razón para vivir, la única en realidad."
Émile Cioran

miércoles, 10 de marzo de 2010

Tierra firme





Donde apoyarme, para no caer. Donde recostarme y pensar, soñar. Donde cultivar y obtener frutos, donde bailar, reír y rodar. Donde vivir. ¡Vivir vivir!

domingo, 7 de marzo de 2010

No son ellos, eres tú, somos nostros

No lo dudo, nadie debería hacerlo, el efecto de los acontecimientos históricos, y quizá el adjetivo "históricos" sea innecesario, es de un peso y una importancia incuestionables. El devenir de las situaciones particulares, enlazadas suavemente por un fino hilo de causalidad y alteración han formado un enorme mosaico que compone lo que, a rasgos generales, puede entenderse como nuestro mundo. Por supuesto, la clasificación y definición exacta de cada pieza y su relación con el resto de hebras resulta inabarcable, siendo incluso peligroso el pretender comprender la complejidad de las interconexiones que estructuran la realidad en su completud. Nosotros observamos un cuerpo animal, se trate de una especie u otra, y con ciencia y paciencia, podemos llegar a conocer cada huesecito o cada fibra muscular que estipula su cuerpo. Pretender seguir una misma actitud en el estudio de los documentos históricos es caer en la necedad de alterar y articular la memoria en torno a hipótesis que bien pueden encontrar como sinónimo la palabra "prejuicio". Es inevitable hacerlo, pero precisamente por su necesidad, hagámoslo con delicadeza y prudencia.

No podemos empequeñecer y arrinconar cada ego y cada personalidad particular al analizar a la sociedad en grupos o subgrupos considerados como entes uniformes, lineales y monocromos. Es posible concebir una conciencia individual en pasados remotos regidos por poderes absolutistas en la que el sentimiento de pertenencia alcanzaba un grado ya inimaginable, entenderse, quiero decir, a uno mismo, como simple pieza del puzzle en sus entido más radical, como una fibra muscular, totalmente indivisible y dependiente del cuerpo. Mucho ha transcurrido desde que el hombre se comprende como ser autónomo e independiente que mantiene relaciones sociales y alcanza grandes contratos o acuerdos en vistas al bien común, situándose, como realidad que sustenta la preferencia por ese bien común, la necesidad de satisfacción e integridad personal. Ya no somos una unidad en sí, somos una unidad representada para poder sobrevivir como muchos. Pero considero que, perspectivismo y solipsismo a parte, nunca fuimos de otro modo. La interpretación de la existencia propia pudo ser distinta, pero la esencia de la misma nunca cambió, la necesidad de supervivencia, la pretensión de crecimiento y dominación y el deseo, libidinal o no, transcendente o inmanente, de la fisiología.

En la antigua Grecia ya se establecían ideologías políticas diversas, muchas partidarias del fascismo, otras democráticas, también aristocráticas, defensoras de una élite gobernante. Los ciudadanos dominantes pagaban a buenos maestros en retórica para pdoer alcanzar buenas posiciones sociales, y los artistas mutaban su yo en obras que aún maravillan al mundo. Ulises o Aquiles son héroes, su vida es un gran relato formado por numerosas aventuras conectadas entre sí, los hombres de aquella era se entendían del mismo modo, estuviesen oprimidos por una gran fuerza social o no, su vida era como la nuestra, un gran relato en el que diversas aventuras se suceden. Los esclavos de Roma, decidieron enrolarse en la nueva religión, y muchos, rebelarse y actuar clandestinamente. Gracias a su dios, eran una persona, poseían dignidad y obtenían el derecho a entender su vida como un relato. Hoy esta concepción de la existencia está totalmente generalizado, los blogs, el arte urbano, el vandalismo callejero, las libertades individuales...En este mismo día, en el País Semanal, un reportaje hablaba de los soldados americanos que transformaban sus vivencias en Irak o Afganistán en relatos o crudas poesías. ¿No harían lo mismo los soldados del mundo antiguo? Eran hombres en su mayoría anlfabetos y en absoluto refinados y sensibilizados, pero en cuanto uno de elllos tuviese conocimiento de las letras, en cuanto estuviese experimentado en el arte de la introspección, sin duda la reacción ante las brutalidades de la guerra sería la misma, la canalización o sublimación de los sentimientos internos en palabras, textos o figuras de posible gran belleza.

Todos tenemos voz y alguien que la escuche, también los que antaño fueron "sinvoz", todos somos ya alguien, y podemos disfrutar y vivir siendo respetados, o, por desgracia, sublimando nuestra necesidad hedonsita en un consumismo adictivo. Hoy no tenemos derecho a la queja por la censura, ya no, somos más libres que nunca, más capaces, todos somos Aquiles, todos somos ciudadanos griegos, pero también hoy, siglos y siglos después, existen un amplio sector social que no forma parte de la ciudadanía, que no tienen voz, que no tienen derechos. Sal a la calle, están a tu alrededor, algunos roban, otros trabajan en la construcción de nuestras infraestructuras, muchos venden discos pirata, siempre ilegalmente, siempre criminalmente, desestabilizando tu status quo, siempre mudos, sin relato, como esclavos del Imperio. Repito, somos libres, tenemos voz, si no legamos nuestros privilegios ni los extendemos, no culpemos al sistema, al modelo impuesto, a "ellos", los demás, los que no son yo. El sistema permite este texto, el sistema somos nosotros. Cambiemos nostros y cambiará el resto.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Good Afghan News

/www.goodafghannews.com

Sacado de:

http://blogs.publico.es/antonio-pampliega/36/las-noticias-del-buen-rollo/