jueves, 14 de enero de 2010

Hilvanemos nuestro futuro con libertad, tal ambiguo concepto nos pertenece.

Y de pronto, tan abruptamente que casi sintió un estremecimiento recorriendo su espalda, descubrió su verdadero destino, aquello para lo que realmente estaba preparado, y a lo que no podría desatender, pues, las fuerzas sobrenaturales que acaso gobiernan los engranajes del mundo así lo dispusieron. Se dieron las circustancias, la suma de azares y cambios en la dirección del viento oportunos, o inoportunos, según sean los ojos que vislumbren tal esbozo, para que su cuerpo abriese un nuevo ciclo en su funcionamiento, constituido a partir del proceso histórico que el pasado, ya tan sólo viejos sedimentos adosados en los más turbios pliegues de su conciencia, había venido formulando. De este modo, el joven de adjetivación difícil, a cuya presencia resbalan los epítetos debido al temor de estas frías manos a errar en su definición, consideró que, tras haber respirado lo que respiró, tras haber palpado lo que palpó y tras haber soñado lo que no pudo jamás respirar y palpar, ya sólo podía entenderse en la completud de la existencia ajena, en el caso de que exista algo ajeno a nuestra mirada ególatra, de este nuevo modo que hasta ahora, nunca había sopesado. Ese era su camino, la vía sinuosa y movediza sobre la que sólo una buena construcción, producto de la técnica humana, sea esta física o metafísica, podría mantener el endeble y miserable cuerpo de la humanidad. El aroma fresco de la sal y el agua, el alzamiento del rostro ante la inmensidad azul que confunde lo etéreo con lo acuoso. ¡Sí! El mar era su destino, el vagar errante por los océanos, burlando a la muerte con picardía y desdén, como sólo un ignorante temerario o un anciano moribundo pueden hacerlo. Así alcanzaría la felicidad, ya que la observación del vacío y solitario mar durante largas horas de pasividad no respondería con el simple y tedioso silencio, sino que en él vería ahora reflejados su nuevo rostro y sus nuevos ropajes. Ahora comprendería su nombre y con arrogancía afirmaría sus epítetos correspondientes. Inserto en un relato, en una historia con sentido, asumiría su nuevo rol, y soportaría la vida amando la grandeza de sus penas y sus horrores, pues son sólo de su propiedad, el mar les da ahora su significado, y la soledad, por fin, obtiene su simetría en el cuadro.

No habrá negación de la materialidad, sólo lucha constante por la convicción y goce infinito en la satisfacción hedonista de cada mísero placer cuyo alarido considere inmoral no escuchar. Continuo viaje en el que la compañía es bien recibida, pero siempre con distanciamiento y reserva. No mató la curiosidad al gato, fue la confianza.
Será hombre nuevo, rehecho, alegre y vivaz, que no renuncia a sus miserias, que ansía conocer lo desconocido, engrandecer su espíritu con sus actos, fabricar sonrisas en fantásticas sirenas ataviadas con una límpida desnudez, y reír y cantar la canciones que cada tierra proponga, así como escuchar y aprender de sus mitologías y sabias historias.
Su tristeza será compañera de camarote, indipensable, instigadora, único acicate de la divagación y la ensoñación romántica que guiará sus pasos al trémulo universo de la navegación, pues sin ella, jamás existirá una Venus a la que cortejar, nunca un Moby Dick que capturar, en absoluto una Atlántida que descubrir.
No cabrán las quejas y las tribulaciones, cuando la sal escueza y el frío cale hasta los huesos, cuando la sangre sea ineludible y el agrio dolor físico acompañe al espiritual, nunca, a excepción de maldiciones y exabruptos catárticos, una sola expresión de dolor dibujarán sus labios, ni por asomo, se considerará el arrepentimiento. El empeño y la energía indomable del valor auto-impuesto mantendrán la compostura.
Será, por último, irremisiblemente, un viaje sin retorno, pues, largo tiempo transcurrió desde que perdió cualquier hogar al que poder regresar.


Por el momento sólo cabe esperar, pues el miedo aún es férreo, los lazos, poderosos, y la preparación, por no mentar el equipaje, ridiculamente escasa. Pero dadle tiempo, pues, sus sueños de redención y sentido concluirán, únicamente, en realidades abarcables...¡O en muerte!

3 comentarios:

  1. , y la soledad, por fin, obtiene su simetría en el cuadro.

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  2. Todo un canto a la metamorfosis.
    Me sigue sorprendiendo que en un ser humano quepa tanta capacidad de exposición.
    Gracias por tu respuesta, hombrecillo. C:

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  3. Una vez más me asombra esa capacidad tuya para expresar con palabras lo inexpresable, haces que todo esto cale. ;)

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