martes, 29 de diciembre de 2009

Melancolía, de Munch.



"Pero la mayoría de las veces rehusamos reconocer esta verdad, semejante a una medicina amarga, de que el dolor es esencial a la vida y no nos invade desde fuera, sino que cada uno lleva en su interior el manantial inagotable de él. Buscamos siempre una causa externa, un pretexto, por decirlo así, de dolor, que sin embargo, no se separa nunca de nosotros; como el hombre libre que se crea un ídolo para tener un amo. Queremos, de deseo en deseo, y aunque ninguna realización, por mucho que prometa, puede satisfacernos, y no veamos en seguida en ella más que un error humillante, nos empeñamos, sin embargo, en no comprender que estamos haciendo el trabajo de las Danaides, y corremos sin cesar hacia nuevos deseos.

(…)

Esto continúa así hasta el infinito, o bien(lo que es más raro y supone ya cierta fuerza de carácter) hasta que encontramos un deseo que no podemos satisfacer ni abandonar; poseemos entonces lo que buscábamos, a saber, una cosa a la que podemos acusar en todo momento de ser la fuente de nuestros dolores, en vez de acusar a nuestro propio ser; esta cosa nos malquista con la suerte, pero nos reconcilia con la vida, porque aleja de nuevo de nuestro espíritu la creencia de que el dolor es parte integrante de la existencia y de que toda satisfacción es imposible. El resultado definitivo de esta metamorfosis es una disposición ligeramente melancólica. El hombre lleva entonces en sí un grande y único dolor que lo hace olvidar todas las alegrías y todas las aflicciones menores. Esto constituye una actitud más digna que el fenómeno habitual de una carrera incesante en persecución de fantasmas, que varían constantemente."

Schopenhauer. El mundo como Voluntad y Representación

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