lunes, 14 de diciembre de 2009

Periodismo rabioso

Ayer, día 13, se celebraron diversos referendos no vinculantes a modo de sondeo público en determinadas localidades catalanas en las que existe una poderosa fuerza política independetista. Por supuesto, la pregunta que vasculó la dirección del pulgar del ciudadano versaba sobre la autonomía nacionalsita de Cataluña. Desde que surgió el problema del Estatut, el PP ha sido siempre enemigo mordaz de todo lo referente al catalanismo, luchando contra los "abusos" de una corriente política tan válida como las demás. Por supuesto, esta estúpida guerra de frentes ha conseguido avivar el debate independentista en la región catalana y la situación general de crispación y desarraigo, el aumento de, como titula el editorial de El País, la desafección catalana.

Es lógico que el nacionalismo español y las visiones unionistas teman el independentismo por las consecuencias que acarrea, por la demagogia histórica y cultural que puede conllevar y sobretodo, por los métodos políticos que en su defensa se han podido llevar a cabo, pues aunque dudo mucho que las cosas lleguen a los límites que ciertos medios de comunciación marcadamente conservadores pretenden presentar, tampoco puedo negar que muchas de las políticas catalanas tienen un cierto componente diferenciador que busca la concienciación de la identidad catalana como una cultura ajena a España que merece una autonomía gubernamental(Hablo de la educación y la pérdida de horas lectivas de la lengua castellana, de los casos de multa a los comercios que rotularon sus carteles sólo en castellano, la contratación de traductores para tratar con diplomáticos sudamericanos que entienden perfectamente el castellano, la nueva normativa de cine que obliga a las distribuidoras ofrecer un alto porcentaje de películas dobladas al catalán sin atender a las repercusiones económicas que ello puede tener en las empresas, etc). Sin embargo, la actitud de la derecha política es desmesurada, el Estatut fue recurrido al constitucional por el PP en noventa y pico artículos, siendo muchos de ellos un calco de artículos de otros estatutos autonómicos a los que el PP no puso pega alguna. La decisión de los 12 periódicos de firmar un editorial conjunto en defensa del Estatut(con el que el constitucional lleva largo tiempo trabajando sin concluir en una resolución final) fue duramente criticado en los medios conservadores, tildando el acto de asesinato a la libertad de prensa, como si, obviando las posibles influencias políticas basadas en intereses privados, la decisión de unir diferentes medios en una única opinión que los represente fuese un acto coaccionado o resultase malvado en sí. Si a esto le sumamos la incultura general que provoca el insulto y desprecio a los catalanes por el mismo hecho de serlo, como si catalán significase independetista del mismo modo que algunos indeseables confunden vasco con etarra, el asunto de los boicots y demás parafernalia agresiva y destructora, es extremadamente normal que el catalanismo antiespañol crezca con rapidez. Esto se transforma en un inevitable circulo vicioso, en el que el independentista asocia al español con los toros y la falange y el españolista asocia al catalán con la quema de contenedores y la tacañería egoísta. Se suceden en un huracán de vilipendio y odio mutuo los insultos y las agresiones verbales cuya única consecuencia es la cada vez mayor escisión entre la identidad catalana y la española. Freud y su teoría del narcisismo de las pequeñas diferencias tiene mucho que decir al respecto.

Esta vorágine de enfrentamiento se ve bien reflejada en la sociedad catalana, harta del injusto y demagógico San Benito que la derecha española le ha impuesto. De ahí a que exista una mayoría independentista, hay una buena diferencia, ejemplo práctico han sido los mismo referendos, en los que inmigrantes y mayores de 16 años podían participar, y en el que aunque la votación ha sido mayoritariamente pro-independentista, apenas ha acudido a posicionarse un 30% de los censados. ¿Qué significa esto? Estas circustancias deben advertir que existe una poderosa fuerza independentista en Cataluña, pero que sin embargo esta no merece ser la única fuerza representante del pueblo catalán en las decisiones políticas, pues existe una gran cantidad de catalanes reacios al independentismo, o simplemente, indiferentes.

Lo que quizá tampoco sea conveniente es actuar como lo hace El Mundo, que en un interesante alarde de mal periodismo, decide no sólo atacar el movimiento popular independentista y por supuesto al PSOE en su editorial y en sus apartados de opinión(como han hecho los periódicos conservadores y españolistas en todo su democrático derecho) sino que también ha dejado bien claro en los titulares de sus noticias que estas consultas populares no son más que una "mascarada" y una "pantomima". La elección de la noticia, o simplemente, la preferencia por la neutralidad, ya implica un poscionamiento ideológico, pero lo que ha hecho EL Mundo es simplemente gritar con agresividad su opinión en cada línea de sus noticias, siguiendo el estilo que a veces predomina en medios sensacionalistas como Público, Libertad Digital o Rebelión, cayendo en el victimismo y en la defensa acrítica de opiniones que pueden ser defendidas de un modo más tolerante o apacible.

Sin duda, yo, opuesto a cualquier tipo de nacionalismo patriótico y excluyente que busque realzar sus propiedades culturales en un mundo globalizado y plural, aunque defensor del mimo y cuidado de la lengua y la cultura propia, acepto la situación catalana, considero legítimo el movimiento independentista(aunque no algunos de sus métodos),que no comparto, y en cierta medida, me alegro por la realización de estos referendos que han acercado la política al pueblo y la sociedad real. No opina del mismo modo El Mundo, que sabido del carácter no legal e inconstitucional de estas consultas, reclama por parte del gobierno represión y censura. Abusa de una constitución afín a su ideario moral general, a la que no tomará en cuenta cuando contradiga sus opiones, y ante todo, confunde el papel, en este caso particular, que debe tomar un gobierno democrático, dando pie a la participación responsable de la ciudadanía, y jamás oprimiendo actos no violentos de lucha política por parte de la misma, pese a que pueda estar equivocada, siendo en cuestiones de este género, sólo el hombre, cada hombre y mujer, medida del error o del acierto.

Demuestra El Mundo, junto a una buena porción de la derecha política a la que representa generalmente, el terrible miedo a la soberanía catalana. Si se quiere criticar el independentismo, existen otras vías aparte de la basada en el ladrido rabioso, síntoma del pavor y del complejo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario