sábado, 21 de noviembre de 2009

Somos ciegos

La amena y discurrida charla fluía entre sorbos de café o té rojo, dependiendo de los labios a los que queramos hacer refrencia, y el ambiente cálido y hogareño invadía a los tres interlocutores. Los dos hombres encadenaban citas cultas en una pequeña discusión, ligera digresión entre multitud de devaneos, intentando superponer su tesis en un vano esfuerzo de convicción. La joven dama, ataviada con un traje bastante provocativo para el momento y el lugar, exhibía su amplia sonrisa ante el espectáculo que sus caballerosos acompañantes habían dispuesto, quién sabe, para su única y exclusiva diversión. Tras unos cuantos sorbos más, frases inconexas y bromas de gusto dudable, el silencio sobrevino con fuerte impacto a los amigos allí presentes, que dedicaron algunos de los segundos de su reunión a obervar el espacio en el que se encontraban, la vieja cafetería francesa de Madame Tetrallini, siempre repleta de visitantes parloteantes que fuman y beben con una elegancia que sólo aquel aroma a hierbas y terciopelo puede acompañar.
Uno de los hombres dejó el sombrero de copa con el que jugueteaba y se apartó pausadamente de la mesa para visitar el baño con el que había fantaseado minutos atrás. Quedaron ya solos, uno frente al otro en la pequeña mesa circular, uno de lo varones y la bella mujer. Ella parecía mantener en su rostro un lejano eco de las sonrisas que anteriormente protagonizaban sus facciones. Miraba atentamente los movimientos de un grupo de ancianos de extravagante aspecto situados en la mesa más cercana. Él quedó fijo en sus ojos. Ojos verdes y amplios, siempre muy abiertos, como pretendiendo absorver toda información posible, cautos ante la posibilidad de dejar escapar detalle alguno. Así, lento y casi eterno fue aquel verdaderamente ligero minuto de ausencia. El compañero volvió, y así también los dos recuperaron la consciencia perdida, retornando cada actor a su papel, sin olvidar una sola cita culta ni una pequeña sonrisa de satisfacción en la retomada conversación.

1 comentario:

  1. Son momentos de complicidad que se dan más a menudo de lo que imaginamos.

    Me encantó, charles.

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