lunes, 30 de noviembre de 2009

Minaretes y armas de largo alcance

Suiza, el país europeo democrático por excelencia, ha aprobado en su último referéndum, por una ajustada mayoría, la prohibición de construir nuevos alminares o minaretes en mezquitas musulmanas. La ley no afecta por supuesto a las mezquitas en sí, que bien pueden seguir multiplicándose, o al menos, nada sobre esto se ha dicho en los medios de comunicación, así que entenderé que el problema que sugieren las torres arábigas es simbólico, no importa lo real, importa lo aparente, y una multitud de minaretes musulmanes que contaminen el paisaje tradicional mucho puede simbolizar para un europeo, o más bien, para un suizo tradicional. En la campaña publicitaria que el partido conservador puso en marcha, el único que apoyó esta propuesta de referéndum, se juega precisamente con el miedo a la invasión silenciosa, en un país donde la población musulmana alcanza ya el 4%, y esto es lo que las construcciones arquitectónicas significan siguiendo tal perspectiva, como el poder que una cultura diferente, algo extranjero y ajeno, se consolida, temiéndose los peligros que de ello podrían surgir.

Opino que no es admisible la integración de una religión o una cultura en el mundo occidental si no se supedita a un mínimo de condiciones culturales, y ante todo, legales, inherentes a ese mundo, y por supuesto, resultaría paradójico gastar dinero público en propaganda feminista y demás historias si después permitimos bajo la justificación del relativismo cultural que las mujeres árabes se paseen metidas en esa cárcel portátil llamada burka. Y aunque el tema es complejo y profundo(no apto para ser tratado en pobres párrafos de un mísero blog) cabe preguntarse si la sociedad musulmana, perdóneseme la generalización, está preparada para asumir estos mínimos occidentales. La religión musulmana es la base que sustenta las dictaduras árabes más atroces, los grupos terroristas más esquizofrénicos y las prácticas o costumbres más inaceptables. Desde luego, no dudo de la existencia de una minoría musulmana más civilizada, o acorde con ideas morales menos radicales que den mayor valor al individuo concreto y sobre todo, a la mujer, pues hasta de católicos abortistas he oído hablar, pero el islam es el mejor ejemplo de fanatismo religioso y de aprovechamiento de la fe para la legitimación de poderes políticos totalitarios que de este modo no corren el peligro de revueltas populares, ya que los ciudadanos, es decir, los súbditos, nada pueden hacer excepto resignarse y cumplir el Ramadán con disciplina. Tampoco deberían sernos ajenos este tipo de comportamientos, para nosotros primitivos, en los pequeños reductos musulmanes que habitan en nuestros países, casos en los que se ha protestado por exposiciones de arte escandalosas o por un estilo de vida occidental perturbado y malvado.

En resumen, es difícil congeniar estos dos mundos cuando en el nuestro Jesucristo protagoniza capítulos de Padre de familia y en el suyo el intento de representar a Alá en un dibujo supone la pena de muerte. Con todo esto, me pregunto si la prohibición de sus alminares puede resultar beneficiosa para el pueblo suizo o por el contrario aún potenciará esta larga distancia que a los dos cosmos nos separa. La integración es difícil, y sí, puede crear problemas, sin embargo, es la única vía pacífica de intentar fundir las diferentes culturas. Si queremos que los musulmanes se alejen de sus preceptos más bárbaros, que evolucionen como nosotros lo hicimos, no encuentro saludable el rechazo indiscriminado, y considero importante su incorporación en la sociedad, su educación. Desde luego es la solución más progresista, idealista e izquierdista, pero creo, que si el político, abstrayéndose de ideologías y tradiciones éticas, analiza la situación, podría con facilidad suscribir esta idea.


La otra propuesta surgida en referéndum fue de un cariz muy diferente, propuesta por grupos pacifistas, que instaban a la no exportación de armamento fabricado en Suiza, es decir, no hacer negocio vendiendo instrumental militar cuya finalidad última, sean cuales sean las múltiples condiciones, es la de matar. Por supuesto, la propuesta, cuya consecuencia económica sería la destrucción de aproximadamente 5000 empleos, fue rechazada. La base del crecimiento económico humano sigue siendo la destrucción de su entorno y del mismo ser humano.
Cabe preguntarse por el valor de la democracia, y ante todo, de esta democracia que permite mayor participación ciudadana, un tipo de gobierno muy bien considerado por colectivos progresistas que sin duda habrían elegido políticamente de un modo muy diferente a como lo hizo la mayoría del pueblo suizo. La democracia es necesaria, es ya inevitable, pero sin embargo en países como el nuestro se basa en elegir a un grupo ideológicamente cerrado con indudables intereses propios que gobierne durante un periodo temporal. La verdadera soberanía del pueblo residiría en el utópico estado en el que cada uno se autogobierna, o de un modo más realista, el gobierno basado en asambleas y referendos, si se quiere, en un sistema similar al griego(la Grecia clásica), en el que cada ciudad o poblado funciona según lo establecido en las reuniones comunes y en las que cada cargo político es ocupado por un ciudadano más de forma temporal. Sin embargo, como bien supo entrever Platón, y supongo que los colectivos aristocráticos, nadie deja la construcción de su casa en manos de un inexperto, todos buscamos al mejor constructor, o al mejor médico si buscamos curar la enfermedad. Un gobierno comandado por las opiniones variadas y contradictorias de una sociedad muchas veces ignorante podría llevar a la ruina. Si queremos un buen gobierno, debemos dejarlo en manos de un buen gobernante(si acaso eso existe). ¿Pero es el conocimiento político algo técnico como lo es es la medicina o la arquitectura? ¿no podrían existir cuestiones de orden moral en los que la verdad se rija por la regla protagórica en la que cada hombre es medida de las cosas? ¿No sería legítimo que en cuestiones donde cabe disparidad de opiniones debido a que parten de preceptos ideológicos distintos sea el pueblo soberano el que directamente decida como actuar?

¿Qué decir? Mis propias convicciones me impiden desacreditar la participación ciudadana en la política, y debo admirar el sistema suizo, sin embargo, soy consciente del peligro que conllevan las masas aborregadas que pululan por este mundo. Si tenemos políticos pésimos no creamos que no nos están representando fielmente. Sólo puedo esperar futuras elecciones de mayor acierto, es decir, que concuerden mejor con mis ideas y las de una buena parte de la sociedad suiza que no resultó mayoritaria. El problema de la mayoría también debería discutirse, pero esto no ya ha sido de forma demasiado simple y fugaz como para continuar con nuevas problemáticas, más me vale terminar. Confío en que la educación, el aprendizaje por parte del ciudadano a tener una conciencia crítica, a pensar por sí mismo, dentro de lo posible, sea potenciado, sin duda mejorará las elecciones que el conjunto de ciudadanos tome, sean estas semejantes o contrarias a mis opiniones, serán siempre razonadas y razonables, no un conjunto de ideas inconexas producto de la alienación del hombre.

1 comentario:

  1. Dios mio, que pedazo de cacho de trozo de entrada.
    siempre qe leo tu blog me siento un poco más informada de lo que pasa en el mundo.

    y lo escribo sin fumar.
    imagina lo que escribo fumada.
    gracias, me siento leida. =)

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